En torno a Santiago

"Santiago es signo de cohesión religiosa, ¿cómo no se le va a postergar en tiempos no solo de fragmentación sino también de laicización ?."

Como todos los años, ha celebrado la Iglesia, hace poco, la fiesta del Apóstol Santiago el Mayor. Con este motivo, y en vista de generales actitudes, no parece ocioso recordar lo que, por otra parte, es tan sabido.

Vino Santiago a la Península Ibérica a predicar el Evangelio. Como todos los Apóstoles, había recibido de Cristo el mandato de extenderlo por todo el mundo; su celo ardiente -"hijo del trueno", le llamó el propio Maestro- le impulsó a llevarlo hasta el fin conocido entonces de la Tierra -"finis terrae"-: nuestras costas occidentales con sus bellas rías al norte. Según la tradición, hallándose él todavía en Hispania, concretamente en Cesaraugusta, a orillas del Ebro, vino a visitarle una noche, antes de su Asunción al Cielo, la Virgen María. Quedó señalado ese lugar con un Pilar de mármol, el cual es, desde entonces, centro de una devoción mariana universal. Vuelto Santiago a Palestina, fue decapitado por causa de su fe: es el primer Apóstol mártir. Sus discípulos trajeron su cuerpo a tierras ibéricas. Se convirtió su sepulcro, en Compostela, principalmente en los siglos medios, en meta de miles de peregrinaciones llegadas de las más diversas regiones del continente europeo. El "Camino de Santiago" fue una vía de unión de pueblos en aras no sólo de una cultura sino también de una fe.

Una fe que los hispanos habían recibido antes -ya se ha dicho- del Apóstol. Conscientes ellos de ese don, ofrecían siempre a Santiago una sin par devoción e impretaban su amparo en las más arduas empresas. Proclamado Patrón de España, era tradición que su festividad fuera fiesta para España entera, para todos los españoles.

Hoy las cosas han cambiado.

Dividida España en Comunidades autónomas, en más de la mitad de éstas ya no es festivo el Día de Santiago. (Es curioso que se encuentre entre ellas la Comunidad cuya capital es Zaragoza, ciudad de tan honda tradición jacobea.)

No es extraño este proceder. Es lógico dentro de la línea histórica que se observa en los últimos años. Cada Comunidad autónoma posee su gobierno y su asamblea legislativa, que, en realidad, ejercen sus funciones dentro de ciertos limites; pero, queriendo afirmar su sustantividad, tienden esos gobiernos a asumir más poderes y esos cuerpos legislativos a elaborar leyes. Para ello, nada mejor que buscar una razón, que se encuentra, magnificando las diferencias que puedan existir entre las Comunidades y minimizando las coincidencias. Para muestra, basta un botón: Antes (cuando Santiago era festejado por todos los españoles, aunque en esto el Apóstol se halle al margen), antes, repito una sola ley de Caza regía en todo el territorio nacional ; además, por el tiempo de vigencia, era una norma con solera. Ahora, en cambio, cada Comunidad tiene en la materia su propia Ley, lo que supongo que será porque los legisladores autonómicos habrán descubierto unas diferencias abismales entre los cazadores y entre los tordos de Bujaraloz, de Villanueva de la Serena, de Mota del Cuervo, de Peñafiel... Y lo que pasa con los tordos, con los cazadores, con las liebres , con los urogallos sucede con todo lo demás, por supuesto, con el calendario laboral ; ¿cómo van a ponerse de acuerdo nuestros próceres autonómicos en una cosa que parece tan sencilla a los ciudadanos vulgares como es en declarar festivo el Día del Apóstol Santiago ?

El acuerdo -lo que une- no está de moda ; está mejor visto el "hecho diferencial". Este se busca, se manifiesta, se agiganta ; y, si no existe, se inventa. Como la Historia, que, si no se inventa, se tergiversa, o se olvida, según las circunstancias. Y es que la verdadera historia de España se está arrumbando. ¡Se pretende hasta que desaparezca el nombre mismo de España ! ; se emplean otros términos para sustituirlo.

Se comprenderá que, si se llega a poner en cuestión la entidad de la patria común, se intente que el Apóstol Santiago, tan enraizado en la entraña española, tan invocado por quienes a lo largo de siglos, forjaron el primer Estado europeo, sea oscurecido en su memoria. Y si se añade que Santiago es signo de cohesión religiosa, ¿cómo no se le va a postergar en tiempos no solo de fragmentación sino también de laicización ?

Sería estupendo que cada región cultivara al máximo sus propias peculiaridades, sus "hechos diferenciales", pero que éstos no fuesen causa de confrontaciones sino de mutuo enriquecimiento en la nación de todos.

Mas España no lleva ese rumbo. A los españoles, si quieren, les incumbe corregirlo. Siempre Santiago estará bien dispuesto.

Arbil

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