ALFONSO VIII Y LAS NAVAS DE TOLOSA

Entramos en un período de la Reconquista en que aparece un nuevo estilo, un nuevo talante, Castilla se va a poner en primera fila, para capitanear la lucha contra los árabes, teniendo desde entonces el carácter de Cruzada, y ello por varios fenómenos ocurridos en el siglo XII , y con el Reino de Castilla van a colaborar otros reinos peninsulares culminando este sentido de colaboración de los reinos cristianos contra los moros, en la batalla de las Navas de Tolosa (1.212), donde Alfonso VIII, como supremo capitán, escogido por los hombres y la Iglesia que dio carácter de Cruzada, bendecida por el Papa, va a entrar triunfante y arrollador con las tropas cristianas en los campos de Andalucía, buscaba el bien de su patria y el triunfo de la Religión Católica.Dios le premió con la portentosa victoria de las Navas de Tolosa y los reyes Fernando III el Santo, Alfonso XI y los Reyes Católicos, que no buscaban reinos ni imperios en la tierra, sino que llevados por su idealismo y quijotismo a los divino, como rayos de la guerra, impulsados por un ardiente celo religioso y espíritu cristiano, eran los instrumentos de la Providencia para poder llevar a cabo aquella veradera Cruzada, que significa el triunfo del esperitualismo cristiano, contra el materialismo árabe, que era su mayor enemigo.

A petición del rey castellano, a petición del arzobispo Don Rodrigo, el Pontífice Inocencio III le otorgó honores y privilegios de Cruzada. En orden a conseguir del Dios de los ejércitos la gran victoria dispuso éste que el pueblo de Roma ayunase e hiciese penitencia tres días enteros con rogativas a San Juan de Letrán presidiendo él, a pie descalzo, y llevando el Lignum Crucis, rodeado de cardenale y obispos. El propio arzobispo predicó este espíritu de Cruzada por diversas naciones. El resultado de la predicación fue un ejército de 50.000 infantes y 12.000 caballos al frente del cual venían numerosos señores extrajeros.

Era el 2 de jukio de 1.212 el día de la magna batalla. Preparado espiritualmente el ejército cristiano con la comunión y la confesión se lanzó con arrojo de leones contra el enemigo, no obstante, ser éste mucho más numeroso. Adversa al primer choque la fortuna, exlama el rey dirigiéndose al arzobispor de Toledo:"Arzobispo, yo e vos aquí muramos". A lo que éste respondió animoso: "Non quiera Dios que aquí murades, antes aquí habedes de triunfar de los enemigos". En vista de tal aseveración añadió aquél:" Pues vayamos a prisa a acoger a los de la primera haz que están en grave afincamiento". Fue así como esperaron; porque tan desbaratado quedó el ejército muslín, que dejó, luego, de ser tal, para convertirse no más que en rebaño de fugitivos. La voz de toda la Iglesia representada con majestad divina en los prelados presentes, alzó al Dios de las batallas el himno de gracias de la fe acompañado de inmenso coral del vencedor ejército. El estandarte del emir Anasir anunció al mundo tal victoria ondeando en la gran Basílica de San Pedro. Allí se vio la mano poderosa de la Divina Providencia, porque el que un ejército de unos 100.000 hombres venza a otro aguerrido de 360.000 es ya bastante maravilloso , rayano en el gran prodigio y lo divino. La muerte de este gran hombre y católico monarca fue semejante a la de su abuelo. "Los dos Alfonsos VII y VIII, emperador de España y conquistador de Almería el uno, conuistador de Cuenca y vencedor de las Navas de Tolosa el otro, murieron en un pobre lugar. el primero en una tienda de campaña debajo de una encina; en segundo en una oscura y desconocida aldea de Castilla.

La religiosidad de aquella época se conoce por las obras y fundaciones piadosas que se levantaron. Alfonso VIII fundó el monasterio de las Huelgas de Burgos.

El hecho glorioso de las Navas de Tolosa hundió para siempre el poder de los almohades en España. Desde entonces viene el arrollador avance de los ejércitos cristianos que libra del mahometismo a España, baluarte de la cristiandad , y con ella a Europa. Fue en esta batalla de las Navas de Tolosa donde se midió el poder de ambos ejércitos; la fe de los cristianos, al aplastar el fanatismo de un ejército mucho mayor de los árabes. Una vez más se vio repetido el portento bíblico, el pequeño, Alfonso VIII, el David cristiano venció al Goliat musulmán. Por eso, ante tal acontecimiento, exclama el laureado historiador francés, Juan Descola: "En el lugar mismo de la acción, en las Navas de Tolosa, los ejércitos victoriosos entonan un "Tedeum". En la plegaria y en la gratitud, van juntas las voces navarras, castellanas, aragonesas y también las de los caballeros de Aquitania. La Iglesia conmemora todos los años, bajo el nombre de triunfo de la Cruz, la gloriosa memoria de la jornada del 12 de julio de 1.212. Los soldados aún borrachos de sangre; los tres reyes, inmóviles sobre sus caballos; aquel viento cargado de putrefacción que levanta la banda de los príncipes y la estola de oro de los sacerdotes; los cadáveres cociéndose al duro sol estival, y aquel canto innumerable componen un cuadro salvaje y grandioso que domina, allí en la tierra ensangrentada, la cruz del Dios vivo". Y con los esfuerzos bélicos de aquella España que se sublimaba empujada por el Dios de las batallas, la pléyade de santos y sabios, Santo Domingo de Guzmán, San Íñigo de Oña, San Pedro de Osma, Santo Domingo de la Calzada, San Román de Barbastro, San Raimundo de Peñafort,San Pedro Nolasco, beato Raimundo Lulio, San Vicente Ferrer, San Diego de Alcalá, San Pedro Regalado, San Pedro de Arbués, etc., plantel maravilloso del esfuerzo hispano; "vosotros sois - dice el tratadista español Navasal y de Mendiri - , los que forjasteis con vuestra fe , con vuestra cultura y con vuestro sacrificio, esa alma grandiosa de la España inmortal, que hizo posible convertir un pueblo invadido y fraccionado, en una nación poderosa y pujante, cual fue la España de la gran Isabel, de Carlos el Emperador y de Felipe II". Antes de este hecho glorioso que inmortalizó su nombre, Alfonso VIII, fundó en la ciudad de Palencia, el año 1.209, la Universidad, que era el Primer Estudio General de España.

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