El imperio romano reaccionó volcando todo el aparato
de su poderío policial, militar y legislativo en la voluntad más decidida
de arrancar de raíz el Cristianismo.
Roma ha sido, sin duda, el mayor poderío de la historia.
Se pensaría que Dios permitió su fuerza y su extensión para dejar de relieve
cómo la expansión del Cristianismo se debe a causas superiores a las humanas.
Roma dicta sus leyes más drásticas y lanza el terror
de sus legiones contra los cristianos.
Se enfrentan dos ejércitos: de un lado el más poderoso
de la tierra, de otro una tropa de hombres inermes, mujeres y niños.
Nadie hubiera dudado de qué parte estaría la victoria;
las legiones que dominaron todo el mundo conocido acabarían con los cristianos
en un momento.
Sin embargo la lucha se prolongó tres siglos … Al final
la vencida fue Roma.
Parece bastante inexplicable: La potencia del imperio
es derrotada por un ejército sin más armas que dejarse matar.
Se verifica la frase de S. Gregorio Nazianceno: "Ellos
gritando ¡Matemos! y nosotros gritando: ¡Muramos! los vencemos".
¿De donde sacaban fuerzas los cristianos para mantener
durante tres siglos esta lucha sin igual? Si no recurrimos a razones sobrenaturales,
no se entiende. Cuantos más mataban, más cristianos surgían, verificándose
el tradicional aforismo de que "la sangre de mártires es semilla de
cristianos".
A los que abrazaban la fe no se les prometía ventaja
alguna material. Tenían que cambiar de mentalidad, de costumbres y de vida,
aceptar el principio del amor universal, renunciar a la venganza para amar
a sus mismos perseguidores, desprenderse de sus bienes y posesiones-en favor
de los indigentes; la perspectiva del que abrazaba la fe era ser despreciado,
desposeído de sus cargos y de su patrimonio, y, como final, la seguridad de
morir despedazados por las fieras, clavados en cruces o convertidos en teas
vivientes para iluminar la noche de Roma.
Padecían las mayores injurias, calumnias, despojos,
humillaciones, sin más recompensa que el gozo de ser testigos de Cristo regando
con su sangre la arena del circo.
Y así generaciones y generaciones de cristianos.
Las catacumbas, kilómetros y kilómetros de galerías
subterráneas, son prueba evidente de lo que decimos.
Recordemos que las catacumbas de S. Calixto, solamente,
tienen cinco pisos de galerías, de las cuales sólo se visita una pequeña parte
de la segunda planta, y los nichos de las paredes van superpuestos de cuatro
en cuatro, uno junto a otro.
Diez fueron las llamadas persecuciones mayores decretadas
en todo el imperio, aparte de otras muchas de carácter más local:
· Nerón. Año 65 al
68.
· Domiciano. 81-96.
· Trajano. 98-117.
· Marco Aurelio. 161-180.
· Septimio Severo.
193-211.
· Maximiano. 235-238.
· Decio. 249-251.
· Valeriano. 253-260.
· Aureliano. 270-275.
· Diocleciano. 284-305.
Siempre había motivos para perseguir a los cristianos.
Así la atestigua la frase de Tertuliano: "Si el Tíber se desborda,
si el Nilo no sube para regar los campos, si no llueve, si hay un terremoto,
si se extiende el hambre, si viene una epidemia, inmediatamente: ¡Los cristianos
a los leones!." (Tertuliano. Apolog. 40).
El testimonio de la sangre es la constante de la primitiva
Iglesia. A semejanza de su Maestro todos sus discípulos, uno tras otro, comenzando
por S. Esteban, fueron sellando la fe con su sangre y haciendo verdad la predicción
del Señor de que le seguirían tras sus mismas huellas.
Jesucristo no engaña, deja totalmente claro que el
que quiera ir en pos de Él tiene que beber su mismo cáliz:
@ (Mc. 10,39). “...Mi cáliz lo beberéis y también
seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado..."
Así se lo predice en particular a Pedro:
@ Jn. 21,18-19. Jesucristo predice a Pedro su martirio.
Es significativo que prácticamente todos los Papas
de los primeros trescientos años ofrecieron también como Pedro el testimonio
pastoral de dar la vida por sus ovejas lo mismo que el primer Pastor.
@ (Jn. 10,11-15 y 17). El buen Pastor da la vida por
sus ovejas.
Valoremos la fuerza significativa de que ser elegido
Papa era la garantía más cierta de martirio. Algunos sólo llegaron a ejercer
su ministerio cuatro meses como S. Eusebio.
Puede servirnos de resumen la frase de S. Agustín: "El Cristianismo se expandió con milagros o sin milagros. Si se expandió con milagros, es señal que fue obra de Dios. Si se expandió sin milagros, éste fue el mayor milagro de todos".
Persecuciones |