Una
familia de bandidos en 1793: genocidio y terrorismo de Estado en la Vandée
La reedición del libro Una familia de bandidos en 1793 traslada a España
una polémica de gran alcance, aunque todavía no resuelta, acaecida
en Francia años atrás, y que podemos resumir así: la espantosa
represión sufrida por la población de la región de la Vandée,
durante el levantamiento católico contra la República jacobina,
¿fue un mero “exceso revolucionario” o alcanzó la
categoría de “genocidio”?
Los crímenes perpetrados por la República jacobina de la liberté,
égalité, fraternité en la región de la Vandée,
a partir de 1793, ¿constituyeron, acaso, el primer genocidio moderno?
Tal es la opinión del historiador francés Pierre Chaunu, quien
calificó esa guerra como "la más cruel entre todas las hasta
entonces conocidas, y el primer gran genocidio sistemático por motivo
religioso", sumándose así a las tesis pioneras de Reynald
Secher , autor, entre otros, de La Vendée-Vengé, Le génocide
franco-français (PUF, París, 1986).
Entre los detractores de esta tesis destaca Jean-Clément Martin , quien
asegura que la dura represión republicana allí perpetrada carecía
de la intencionalidad ideológica característica del moderno concepto
de “genocidio”; asimilando esos incuestionables y brutales excesos
al también actual de “crímenes de guerra”. Lo cierto
es que un territorio de apenas 10.000 kilómetros cuadrados sufrió
la disminución de al menos 117.257 bajas por muerte (en combate y a resultas
de la represión subsiguiente) en el censo de 1792 cifrado en 815.029
personas; habiendo sido totalmente destruidas el 20% de las casas allí
previamente existentes. Nos permitimos cuestionar tal punto de vista, no en
vano, entre los planes represivos figuraba, por poner un ejemplo paradigmático,
la eliminación sistemática de las mujeres vandeanas, al considerarlas
“paridoras de bandidos” o sus “surcos reproductores”.
Y tales afirmaciones no se quedaron en meras declaraciones retóricas,
pues a los fusilamientos masivos, de combatientes y población civil,
se sumó el ahogamiento en ríos y bahías del Oeste francés
de miles de personas internadas en barcazas hundidas a tal fin; el internamiento
de mujeres, niños y ancianos en auténticos campos de concentración
al aire libre a la espera de su muerte por hambre, enfermedad y por efecto de
las inclemencias del tiempo; las ejecuciones masivas por la guillotina y en
público de cualquier vandeano acusado de contrarrevolucionario; incluso
experimentos mediante primitivos sistemas de envenenamiento masivo al objeto
de ahorrar costes de tan numerosas ejecuciones…
La polémica llegó a trascender el ámbito historiográfico,
alcanzando a los medios de comunicación y a diversas instancias políticas,
desarrollándose algunas iniciativas en sede parlamentaria que perseguían
una declaración institucional de la guerra de la Vandée como “genocidio”,
con todas sus implicaciones.
Se trata, en todo caso, de un episodio histórico poco conocido por el
público de habla española; si bien los lectores de Arbil seguramente
ya tienen conocimiento del mismo merced al artículo, publicado en su
número 70 (junio de 2003), La Vendée campesina y católica,
levantada en armas contra los "sin Dios" jacobinos, de Gustavo Carrère
(http://www.arbil.org/(70)vend.htm), y de otros varios en los que se menciona
este episodio histórico desde diversas perspectivas metodológicas.
Es un asunto de trascendental alcance, no en vano cuestiona las bases de un
hecho histórico sobre el que se asienta la arquitectura política
actual de Occidente y una buena parte de sus valores y mitos constituyentes.
Recordemos, igualmente, que una lacra que viene sufriendo el mundo contemporáneo,
la del terrorismo, tiene bastante que ver en sus orígenes modernos con
la Revolución Francesa. Veámoslo. De marzo de 1793 a julio de
1794, la facción revolucionaria más radical, la de los jacobinos,
cuya figura más representativa era Maximilien Robespierre, tomó
el poder creando el Comité de Salud Pública. Entre otras, institucionalizaron
numerosas medidas represivas dirigidas contra todo tipo de opositores; circunstancia
que ellos mismos denominaron -con una expresa valoración positiva- como
“Terror”. Así, desarrollaron unas prácticas análogas
a las que caracterizan al actualmente denominado como “terrorismo de Estado”.
Fue el propio Robespierre quien afirmó el 5 de febrero de 1794 que: “El
terror no es otra cosa que la justicia rápida, severa, inflexible; es,
por tanto, una emanación de la virtud”. Sin contar las muertes
sufridas en la Vandée, aquella fase revolucionaria causó un elevado
número de víctimas: para unas fuentes sumaron hasta 17.000 ejecuciones;
más de 40.000, según otras. Y las detenciones alcanzarían
las 400.000. Sí existe cierta coincidencia en cuanto a los porcentajes:
un 8% de los condenados eran nobles, un 14% procedía de las clases medias,
y un 70% ¡campesinos y obreros! a los que se condenó por delitos
de deserción, acaparamiento, rebelión, elusión del reclutamiento
y otros. Con todo, fue el clero el que padeció, proporcionalmente a su
número, la mayor persecución, alcanzando un 6% del total de ejecutados.
Ese nuevo concepto, el de terror-terrorismo, se emplearía tempranamente
con un evidente sentido peyorativo; como modelo de prácticas despóticas,
arbitrarias, contrarias a los más elementales derechos humanos e inaceptables
en un régimen de libertades públicas. A ello contribuyó
especialmente el cualificado pensador irlandés Edmund Burke (1729-1797),
autor entre otros muchos libros de Reflexiones sobre la Revolución en
Francia, en el que calificaba como “terroristas” a quienes aterrorizaban
a la población para retener el poder.
Lo acaecido en la Vandée entre 1793 y 1796, fuera un genocidio “técnicamente”
hablando, o el primer terrorismo de Estado de la historia, es el contexto en
el que se desenvuelve la narración de un libro recientemente reeditado
en España. Nos referimos a Una familia de bandidos en 1793. Relato de
una abuela, el primer título editado –¡en estos tiempos de
crisis!- por la joven Producciones Gaudete, de Larraya (Navarra), a finales
de 2008.
A lo largo de sus apretadas 300 páginas, por la pluma de Juan Charruau,
la única superviviente de una familia vandeana nos relata la extraordinaria
peripecia vital de sus seres queridos –junto a la propia- a lo largo del
dramático 1793. Sus expectativas humanas, el modo de vida, y los proyectos
de los suyos, sufrirán las mismas vicisitudes que el resto del pueblo
vandeano, siguiendo una misma suerte abocada al martirio. Vivirán las
primeras conspiraciones vandeanas, la vida de la Iglesia de las catacumbas,
las primeras victorias militares, la destrucción de sus casas, las violentas
muertes de los suyos. Acompañarán, al igual que decenas de miles
de mujeres, niños y ancianos, a los ejércitos católicos
vandeanos, pues de no haberlo hecho se habrían sometido indefensos a
la tortura y segura muerte a manos de los “bleus”. De este modo,
también pasarán por sus páginas diversos personajes históricos
claves de la epopeya vandeana.
Apoyada en una incuestionable base histórica, la suerte de esta familia
se nos presenta como el espejo del destino de un sencillo pueblo campesino levantado
en armas en defensa de su estilo de vida y de sus principios más queridos:
la religión católica y su rey. Y en ese preciso orden. Desde la
exaltación de los primeros momentos insurrectos, hasta el exterminio
de sus protagonistas y de todo ese pueblo en movimiento, asistimos en estas
páginas a la destrucción de un orden social tradicional basado
en el cumplimiento del deber derivado de una voluntariosa y ejemplar ascesis
tejida de piedad y virtudes cristianas.
La Vandée fue el corazón del Oeste francés, una región
profundamente recristianizada, entre otros, por San Luis María Grignon
de Montford, y por ello muy devota del Sagrado Corazón; en consecuencia,
ajena a la utopía revolucionaria. Si la ejecución de Luis XVI
el 21 de enero de 1793 horrorizó al pueblo vandeano, el Decreto de levas
de la Convención, emitido en el febrero siguiente, que debía movilizar
a miles de jóvenes vandeanos al servicio de una revolución que
no querían, fue la causa inmediata del levantamiento popular que únicamente
la práctica de aquellas técnicas militares de pretensión
genocida pudo frenar.
El relato se estructura a partir de las memorias que María Sainte Hermine
-superviviente de la ejemplar familia del marqués de Serant- lega a sus
descendientes en un ejercicio de memoria histórica y con una evidente
intención moralizante; especialmente a partir del ejemplo, entereza y
heroicidad de sus mujeres. Su tono es intimista, positivo y alegre; deviniendo
muchos de sus capítulos en una verdadera novela de acción. Sus
protagonistas nunca caen en el desánimo ni, mucho menos, en la desesperanza.
Su lenguaje, en coherencia con lo anterior, es elegante, un tanto arcaico, rico
en expresiones y matices. El hilo narrativo está perfectamente trazado:
desde los orígenes y múltiples manifestaciones de la vida personal,
familiar y social de los protagonistas, hasta el dramático desenlace.
Pero, aunque desde su inicial estilo de vida todo parecía llamarle a
una existencia sosegada y cómoda, a pesar de las dificultades presentadas,
la narradora no incurre jamás en el insulto; tampoco en la amargura de
la desesperanza. Sus protagonistas sabrán morir tal y como habían
vivido: sencilla y cristianamente, aceptando el misterioso destino que la Providencia
les había trazado; incluso al sufrir los casi inimaginables rigores de
las prisiones de Nantes, en las que también los niños morían
de hambre, sed y enfermedad, ante la indiferencia –o el regocijo- de los
carceleros.
Este libro se suma a la escasa bibliografía en castellano existente al
respecto; no es el caso francés, pues, afortunadamente, desde la investigación
histórica y la recuperación de la memoria colectiva, se han publicado
allí numerosas obras. Queremos recordar aquí los títulos
en español más representativos: Memorias de la Marquesa de la
Rochejaquelein. La Revolución francesa y las Guerras de la Vandée
(Editorial Actas, Madrid, 1995); La Contrarrevolución Legitimista (1688-1877),
varios autores (Editorial Complutense, Madrid, 1995); Cristianismo y Revolución,
de Jean de Viguerie (Rialp, Madrid, 1991); El sistema de despoblación.
Genocidio y Revolución Francesa, de Gracchus Babeuf (Ediciones de la
Torre, Pinto, 2008). Mencionemos, igualmente, una reciente novela histórica:
La venganza del sable, de Frederic H. Fajardie (Edhasa, Barcelona, 2008). Y,
con formato de revista, no podemos olvidar el monográfico La Vandée:
el corazón de la Cristiandad, de la revista tradicionalista Ahora información
(Barcelona, número 40, julio-agosto de 1999).
Es de agradecer esta interesante aportación, al mercado editorial en
español, de Producciones Gaudete, que rescata así una obra de
notable actualidad, por las razones antes indicadas, y de un evocador contenido
en tantas ocasiones reconfortante.
Arbil.org
Fernando José Vaquero Oroquieta