<%@LANGUAGE="JAVASCRIPT" CODEPAGE="1252"%> La era de Franco

9. La era de Franco.

Si al final de un estudio riguroso de la Historia, la Era de Franco resulta engrandecida, no lo extrañen. Fue grande en sí. Todo el mundo sabe que el general Franco luchó con todas sus fuerzas contra el marxismo, al que consideraba como radical y destructor enemigo del hombre. El marxismo, y toda su herencia nefasta de odio que tiene hoy inundado al mundo, le paga con la misma moneda.

La tremenda agresión del comunismo internacional a España en 1936, estuvo muy cerca de borrar de la Tierra a la Nación española. En la guerra española de 1936 a 1939, la España clásica capitaneada por Franco se enfrentó con poderes materiales extraordinariamente superiores. Y prestó así su más reciente y heroico servicio a la humanidad, venciendo al comunismo internacional en legítima y debida defensa, propia y ajena, en combate en gran medida desigual como ha hecho muchas veces en su larga y gloriosa Historia.

Hay bastantes historiadores serios, españoles y extranjeros, en posesión de rica información documental y testimonios de la máxima solvencia, que no se explican cómo la España con Franco pudo alcanzar la Victoria. Unos ven la mayor entidad de esa dificultad global en el paso del Estrecho por el "convoy de la victoria", que a pocos días de iniciada la guerra trasladó a la Península un contingente de tropas del Ejército de África. Otros ven como la mayor dificultad, terminada nuestra guerra y empezada la mundial, en haber frenado a Hitler en Hendaya en octubre de 1940. Otros se asombran ante las victorias, en nuestra guerra, en las batallas de Brunete, o en la del Ebro, etc…

En cuanto al frenazo a Hitler en Hendaya, el historiador Stanley G. Payne tiene escrito así: - "Franco tendrá el reconocimiento mundial de haber sido el único estadista europeo en superar decisivamente a Hitler en las negociaciones personales, pues otros se vieron arrastrados a la muerte o a la destrucción, o a pérdidas masivas y casi a la destrucción".

Hombres eminentes de Europa y América vieron en nuestra victoria contra el comunismo la clara acción providencial.

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La victoria capitaneada por Franco en nuestra guerra de 1936-39, y los casi cuarenta años de reconstrucción nacional que la siguió, se puede fundamentar claramente en la prodigiosa generación que simplistamente llamamos del "98". Esta generación puede cabalmente representarse por algunos de sus hombres exponenciales - dejando aquí ahora fuera a la inmensa mayoría por total falta de espacio para ello - , como por ejemplo Saturnino Martín Cerezo y sus treinta y cuatro hombres de Baler, por Menéndez Pelayo, Ganivet, Menéndez Pidal, Azorín, José Antonio Primo de Rivera, los "africanos"…, entre todos los cuales correspondió a Francisco Franco, sin él buscarlo, personificar y ejercer ese formidable espíritu del "98" que hizo a la España clásica volver a encontrarse a sí misma, en la increíble pero cierta victoria contra sus mayores enemigos, y en los casi cuarenta años del gran resurgimiento nacional y de auténtica grandeza que se siguió.

La corriente doctrinal dominante que inspiró conceptualmente el nuevo Estado fue la del catolicismo tradicional, hispanizada y actualizada principalmente por Menéndez Pelayo y por las encíclicas pontificias. Se trataba de la adaptación nacional de uno de los patrimonios intelectuales más elaborados y fecundos de la especie humana. Por lo menos desde el Concilio de Trento hasta el Concilio Vaticano II, ese acervo cultural era tan sistemático, cabal y homogéneo que cabía referirse a él como un todo inequívoco, tanto en el ámbito teológico como en el filosófico y, consecuentemente, en el moral y político.

Desde la primera ley fundamental, el Fuero del Trabajo, la legislación respondió a las exigencias de la moral cristiana. Lo proclamó solemnemente, el 17 de mayo de 1958, el segundo de los Principios Fundamentales: "La nación española considera como timbre de honor el acatamiento de la ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera, y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación".

Para la Iglesia, los beneficios de tan estrecha colaboración del Estado fueron extraordinarios. Se reconstruyeron iglesias, conventos, seminarios, colegios, centros de formación… A partir de 1952 se superó la cifra de 8.000 seminaristas (actualmente, con una población superior en un 50 por 100 hay menos de 2.000). Con el nuevo Estado el catolicismo español registró un auge sin precedentes en la edad contemporánea, de lo que se siguieron toda clase de bienes.

Del asombroso progreso material ya hemos dicho algo en las páginas 86 y 87.

Cabe destacar sin duda este otro aspecto asombrosamente difícil y meritorio de este gran resurgimiento español de la era de Franco. Tuvimos en contra al mundo entero en posesión de todos los poderes materiales. Los aliados de la segunda guerra mundial, entre sus actos más inicuos - en particular por parte de los "occidentales" - estuvo la condena y el bloqueo político y económico de España por su recién estrenada ONU. Ellos tenían toda la fuerza material.
Nosotros teníamos toda la razón y la gallardía hispánica del "98". Toda España era Baler. Y por eso venció España.

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El Alzamiento popular y militar español del 18 de julio de 1936, fué moralmente legítimo y debido como lo han sancionado en su día los hombres con mejor información y mayor autoridad moral del mundo: los Papas Pío XI y Pío XII, con todos los obispos españoles de entonces, y gran cantidad de hombres de ciencia y conciencia españoles y extranjeros. Todo esto, como el recuerdo de los trece obispos y más de ocho mil sacerdotes asesinados por la barbarie marxista en nuestra guerra, como también gran número de miles de seglares, es lo que se quiere ocultar deliberadamente por nuestros advenedizos dirigentes políticos de la "transición", aunque de todo ello existe documentación muy abundante y fehaciente a disposición del público estudioso y honrado, que ahora se oculta deliberadamente por sistema. Pero sin duda tuvieron razón los católicos españoles al alzarse en legítima defensa, propia y ajena, contra una república másonica y marxista, alzamiento que la propia Iglesia consideró como Cruzada.

La España surgida de la Cruzada Nacional del 18 de julio de 1936 y los casi cuarenta años de asombroso progreso real - integral - que la siguió, fue lo más decoroso y heroico realizado por la humanidad en el mundo del siglo XX en el orden del espíritu. España volvió a ser realmente Una, Grande y Libre. Una, porque resistió y venció, con el sacrificio enorme de la guerra, a sus más terribles enemigos de siempre, marxismo y masoneria mundiales que la quisieron destruir. Grande, por su sacrificio heroico en servir a los verdaderos principios de la civilización cristiana, única verdadera, en medio de un mundo envilecido y rabiosamente hostil a ello y en posesión de todos los poderes materiales del mundo. Libre,porque desde hacía ya
mucho tiempo, quizá más de un siglo, la España gobernada por Franco se mantuvo firme y libre de la terca y malvada tendencia extranjera a intervenir a su antojo en los asuntos privativos de España.

El siglo XX ha sido el más bárbaro y cruel que se ha conocido en la Historia, con una muy singular, heroica y ejemplar excepción: los casi 40 años de la España y de los españoles del tiempo de Franco. El Ordenamiento jurídico español fue el de más alta calidad científica que ha existido en Europa desde la Revolución francesa. Y en consecuencia, el más fecundo para el auténtico bien común y el progreso real de todos los españoles y en todos los sentidos.

Mirando a la Europa de hoy, en la que un francés masón de grado 33 preside la comisión europea que quiere imponer una Constitución para Europa sin alma y sin Dios, es decir, sin Europa, sin que esta pueda ser nunca más racionalmente inteligible, resulta por contraste tanto más impresionante el testamento espiritual de Franco al pueblo español. Destaquemos ahora aquí sólo el siguiente párrafo: "No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros, y para ello deponed, frente a los supremos
intereses de la Patria y del pueblo español, toda mira personal".

Si con tal Constitución europea antes aludida se impone institucionalmente un planteamiento hedonista de la vida, el porvenir de Europa será muy malo. Si fuéramos capaces de insuflar en cambio la vida suficiente a este edificio que tiene ya bastante bien construida la arquitectura de sus andamios, es decir, la suficiente capacidad moral, Europa volvería a convertirse en uno de los elementos fundamentales del Universo para su propio bien y el de muchas gentes en el mundo. La clave de ello pudiera significarse quizá con una sóla palabra: generosidad.

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- "El valle de los Caídos nació con una triple misión. En primer término, la búsqueda de una reconciliación, de verdad, entre aquellos que habían tomado parte en una guerra civil. No hay más reconciliación que la que ofrece la Cruz de Jesucristo. En definitiva, los que tuvieron la idea de este monumento pensaron exactamente así: sólo en la aceptación de la Verdad que la Redención lleva consigo, es posible encontrar finalmente la paz. Si España no hubiera dejado de ser católica - aquello que tan importante le parecía al señor Azaña, ahora tan alabado - probablemente no hubiéramos llegado al tremendo drama que supuso la guerra de 1936 a 1939(…)

(…)Esa reconciliación, búsqueda de reconciliación en realidad, daba origen a una segunda misión que es la primera que en este momento - aunque a muchos no les parezca - el Valle está cumpliendo: rezar. Hace quince días se celebraba aquí la festividad de Nuestra Señora del Valle. La asistencia fue verdaderamente sorprendente para los que veníamos de fuera. El Valle atrae cada vez más en este sentido.

Pero había una tercera faceta a la cual el Generalísimo Franco otorgaba una gran importancia, y que nació de una larga conversación que él mantuvo con dos personas vinculadas estrictamente a la Asociación Católica Nacional de Propagandistas: su ministro de Asuntos Exteriores entonces, Alberto Martín Artajo, y don Ángel Herrera, que todavía no era obispo de Málaga pero estaba a punto de serlo. Ellos afirmaron - pienso que tenían mucha razón -: en gran medida, los defectos de los pueblos empiezan por una falta de formación, por una falta de conocimientos.

Es imprescindible que el Valle sea un centro para el encuentro intelectual en el que se traten los problemas que afectan no sólo a España sino a la sociedad española. Porque el conocimiento de estos problemas y algo en torno a ellos, con entera libertad, sin juicios previos, sin cesiones a la propaganda, es lo que puede llevar a un conocimiento que nos evite tropezar dos veces en la misma piedra. Se emprendió esta tarea. No tenéis más que dar una vuelta a la cabeza para contemplar la biblioteca que fue el resultado de aquello. Pero a esta idea se renunció deliberadamente por las más altas instituciones del Estado inmediatamente después de la muerte de Franco.

Por eso la Hermandad ha decidido tomar en sus manos esa tarea, en la medida en que puede, sin desanimarse nunca por el escaso número de los aquí reunidos. Doce eran los Apóstoles, y probablemente Jesucristo no hubiera querido ni uno más. Es como una simiente que cae en tierra y que, manteniendo su vitalidad, puede dar después un fruto. Y así hemos venido tratando año tras año cuestiones que nos parecían de actualidad y de importancia desde el punto de vista social. Sin tener una idea preconcebida, sin tomar tampoco una actitud partidista. Explicar y entender es lo que verdaderamente importa(…)

(…)Nosotros no podemos olvidar que estamos en el Valle y que estamos tratando de cumplir una misión que el propio Franco explicó en una conversación de enorme importancia
en la que intervinieron cuatro personas y de la que afortunadamente ha quedado una versión documental entre los papeles que he tenido yo la virtud de ver. Esas cuatro personas eran Herrera Oria, Martín Artajo, el futuro Papa Juan XXIII (que ha sido el gran protector de este Valle, que
él erigió en Basílica, pues tenemos un lignum crucis porque lo ha regalado él, como concedió también indulgencias especiales, que para los no creyentes no tienen importancia ninguna, pero que para los creyentes la tienen y mucha) y el propio Generalísimo, que vieron con claridad que en la coyuntura del mundo era imprescindible llegar a una comprensión de los problemas mediante el diálogo para evitar que tuviera que repetirse lo terrible que había ocurrido, no sólo en España, sino en Europa entera. Esta misión no ha sido sostenida por quienes cuentan con los medios abundantes y suficientes (me estoy refiriendo a las altas instituciones del Estado), pero nosotros hemos constituido la Hermandad para en la medida de nuestra posibilidades, llenar un hueco. Pocas personas, pero siempre han sido pocas personas las que han movido las grandes ideas y las grandes doctrinas." - (Luis Suárez Fernández)

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