LA EPOPEYA DEL ALCÁZAR DE TOLEDO

Dos historiadores zanjan la polémica sobre la defensa de la fortaleza toledana. (Álbum de fotos)

Dos jóvenes historiadores zanjan la polémica sobre la defensa del Alcázar de Toledo. De su investigación puede ya afirmarse, en nombre de la verdad histórica, que la resistencia del general Moscardó y de cuantos le secundaron durante los setenta días de asedio en la fortaleza toledana fue una auténtica epopeya.
El riguroso trabajo de Alfonso Bullón y Luis Eugenio Togores no hubiera sido posible sin la colaboración del general Esquivias, marido de la única hija del general Moscardó, fallecida hace dos años. Fue Esquivias quien halló entre los papeles de su esposa unas cartas manuscritas del general Moscardó dirigidas a su mujer, María Guzmán, durante el asedio entre el 25 de julio y el 21 de septiembre de 1.936. Misivas hasta ahora inéditas que los autores utilizan como principal fuente histórica - junto al archivo personal de Moscardó y numerosas entrevistas con testigos - y que constituyen un relato apasionante de aquella gesta de la pluma de su principal protagonista.
Momentos históricos grabados para siempre ya que en la memoria histórica de las 1.800 personas, entre combatientes, mujeres y niños, que desafiaron a la muerte entre los muros del Alcázar. Moscardó era consciente de que el Alzamiento había fracasado en Madrid, Guadalajara, Cuenca y Ciudad Real, y de que las fuerzas del Movimiento tardarían semanas en enlazar con Toledo desde las provincias en las que todavía aguantaban los sublevados como Sevilla, Cádiz, Burgos o Galicia. Pero jamás se rindió.
Durante el asedio se lanzaron unas 3.500 granadas sobre el Alcázar y se realizaron diez mil disparos de calibre inferior. Sus defensores se alimentaron con carne de caballo: de los 179 que había en la Academia y de los 29 de la Guardia Civil, sólo uno quedó con vida al producirse la liberación.
Las cartas del general Moscardó a su esposa son la principal aportación de este libro. En ellas uno se imagina fácilmente al hombre extenuado que nunca se da por vencido ni pierde la esperanza incluso al final de su incierta aventura.
Uno de los hechos que sin duda ha acaparado la atención de los impulsores de los que los autores denominan "el antimito del Alcázar", es la conversación telefónica del general Moscardó con su hijo Luis, el 23 de julio de 1.936. Aquella mañana, a las diez, el jefe de las Milicias llamó por teléfono a Moscardó desde la Diputación de Toledo.
No faltan, sin embargo, quienes sostienen, que aquella conversación jamás se produjo, alegando que el general republicano Riquelme ordenó cortar la línea telefónica con el Alcázar el día 22. Pero junto al testimonio del telefonista del Alcázar, José Luis Fernández Cela, el único que pudo seguir íntegramente la conversación entre padre e hijo, y el de otro testigo, Francisco Sánchez Moraleda, del lado republicano, los autores aportan el del propio Moscardó. Luis será fusilado un mes después, al pie de la muralla de la ciudad imperial, en un lugar llamado Fuente Salobre.
Otro gran foco de controversia lo constituyen las 564 personas que ocuparon los sótanos del Alcázar durante el asedio. Algunos autores sostienen que se trataba de rehenes que los sublevados utilizaron para evitar los ataques de la aviación y de la artillería. Bullón y Togores demuestran, sin embargo, que la inmensa mayoría eran familiares de los combatientes que habían decidido seguirles hasta allí. En el Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil los autores hallan un documento en que la Benemérita aconseja que, por razones de seguridad, las mujeres y los hijos sigan en algunos casos al cabeza de familia.
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Hay determinados acontecimientos que con el paso del tiempo se agrandan, sobre todo si son tan insólitos como sucede con la defensa del Alcázar de Toledo en la guerra civil de 1.936.
La defensa del Alcázar de Toledo ha eclipsado el tópico de nuestra insolidaridad e individualismo, que ha caracterizado al pueblo español.
El Alcázar de Toledo es la cumbre de los numerosos casos de defensa desesperada que los españoles han realizado a lo largo de la Historia. Un grupo de hombres entre los que se encontraban numerosas mujeres y niños lo aguantaron todo, la artillería pesada, la mina, el asalto a la bayoneta incluida la coacción más inhumana.
El Dayly Telegraph publica, tres días antes de la liberación del Alcázar, su editorial en el que se comenta la gesta de los defensores: “La historia española está llena de casos de defensa desesperada contra los asedios. Lo mismo los generales romanos que los mariscales de Napoleón supieron que los espñoles son sobrehumanos cuando se hallan tras los muros de un fuerte. A la guarnición que defiende el Alcázar hay que concederle el honor de un heroísmo tan grande como el de los defensores de Numancia y de Zaragoza. Reducidos a un puñado de hombres, tienen con ellos muchas mujeres y niños; están mal provistos de municiones; los alimentos les faltan, y, sin embargo, desde hace más de nueve semanas han defendido la fortaleza medieval contra un ataque con armamento moderno: cualquiera que sea el resultado definitivo, han ganado una fama inmortal”
Numerosas veces fue anunciado el asalto y rendición de la fortaleza. El 5 de septiembre en el Excelsior de París :”Se anuncia oficialmente que, después de una ataque con granadas de mano, las milicias han conseguido penetrar en el Alcázar y que muchos de los sitiados se han rendido. El edificio de la Academia está ardiendo” Y El día 7 dice:”El Gobierno han decidido volar el Alcázar con dinamita para lo cual se ha comenzado a minarlo. Una lluvia de obuses case noche y día sobre las murallas en ruinas. El edificio del Gobierno Militar ha sido volado y sus ruinas están ardiendo, lo mismo que otras construcciones que rodean el Alcázar”.

El 27 de septiembre las tropas del general Varela llegan al Alcázar. El coronel Moscardó le saluda:
- ¡ Sin novedad en el Alcázar!
Entre las ruinas, al frente de una legión de hombres que empuñaban las armas con bizarría, el coronel Moscardó, rígido, saludó militarmente al general Varela que, emocionado, le estrechó entre sus brazos mientras lanzaba un vibrante ¡Viva España!
El júbilo era indescriptible y alcanzó la más alta cima con la visita de Franco, que por un sendero de escombros llegó hasta el patio de la fortaleza, salpicado de metralla, los que le aguardaban los que en el futuro se denominarían "héroes del Alcázar". Los ojos del Jefe del Ejército del Sur reflejaban una especial tensión al contemplar a los que habían dado al mundo un ejemplo de valor pocas veces superado.
- Le entrego el Alcázar destruido, mi general, pero el honor ha quedado intacto.
- Nada ambicioné tanto en mi vida como este momento.
Eran palabras para la Historia.
Muchos lloraban. A la emoción sucedió el gozo. Entre los deshechos muros, libertados y libertadores vitoreaban a España.
Restablecido el silencio, Franco les dirigió una breve alocución:
- Vuestro ejemplo perdurará a través de las generaciones, porque habéis sabido sostener con vuestro denodado esfuerzo las glorias dl Imperio donde os hicisteis fuertes. La Patria os debe a todos eterno reconocimiento. La historia es pequeña para la grandeza de vuestros hechos. Habéis ensalzado a la raza, encumbrado a España, dándole gloria inmarcesible. Yo os saludo en nombre de la Patria y os traigo su gratitud y reconocimiento por vuestro heroísmo y os anuncio que, en premio a vuestros sacrificios, os ha sido concedida la Laureada, personal para el coronel Moscardó, colectiva para todos los defensores. ¡Viva España!
Sucediéronse las aclamaciones. Se desbordaba de alegría en la luminosa mañana de septiembre.
Un periodista del Daily Telegraph lo describe así, ...Franco, ágil y rápido sube la rampa llena de escombros que, desde la plaza de Zocodover, conduce al Alcázar. Y allí se encuentra con Moscardó, fuerte, barbudo, los rasgos reflejando agotamiento, pero impasible. “La más dramática escena que visto en mi vida – precisó - . Aquellos espectros humanos, medio muertos de hambre, aferraban con sus manos unas armas ya inútiles. Tenían que aprender a vivir y no se decidían a salir del escenario de su martirio. Entonces vieron a Franco. Muchos de ellos ni le conocían, pero cuando oyeron decir: ¡El general Franco!, su mirada se encendió y sus cuerpos se irguieron como si un resorte les hubiera puesto en movimiento. El nombre de Franco significaba todo para ellos...Gritaban con chillidos penetrantes, como si no supieran expresar de otra manera sus sentimientos. Lanzaban ¡vivas!, lloraban, besaban a los soldados. fue un espectáculo inolvidable. Algunos parecían haber perdido la razón”.

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