VÍA CRUCIS
O CAMINO REAL
DE LA CRUZ
EN EL VALLE DE LOS CAÍDOS
EL VIACRUCIS EN EL MARCO DEL CALLE DE LOS CAÍDOS
Al monumento del Valle de los Caídos lo visitan diariamente varios miles
de turistas o peregrinos.
Después de recorrer la impresionante basílica de los Caídos, luego de pasearse despacio por la gran explanada que sirve de vestíbulo a la misma, casi todos terminan subiendo a la base de cruz, ya que el cómodo y rápido funicular, ya estirando las piernas por el camino que parte del lado oeste, junto a los edificios de la abadía.
Después de sentirse sobrecogidos durante algunos minutos mirando las gigantescas
estatuas de los evangelistas y de las virtudes cardinales, acostumbran a situarse
en la parte este, de espaldas a la cruz, para contemplar el maravilloso paisaje
que se abre ante sus ojos.
En primer plano tienen el mismo montículo rocoso
de la cruz, que recibía en tiempos anteriores a la construcción del monumento
el nombre de Risco de La Nava, montículo
de origen geológico moderno, en oposición a las otras rocas del mismo Valle, más antiguas,
y a las viejísimas piedras de San Lorenzo de El Escorial, a sólo ocho kilómetros
de distancia en línea recta.
En este montículo del monumento las persistentes
lluvias ha ido deshaciendo la blanda roca arenisca, creando al mismo tiempo
caprichosas concavidades, ondulaciones y crestas, que no hubiera podido imaginar
la más fina fantasía del hombre.
A hermosear aún más esta creación de la naturaleza,
contribuye una raquítica, pero curiosa
vegetación.
En segundo plano descubren los turistas el poblado
del Valle de los Caídos, en la hondonada que hace el desfiladero en que se
encuentra el Valle de los Caídos, y el remanso de una serie de pequeños riscos
que tuvieron desde antiguo sus nombres propios, Riscos de Las Pilas y Altar Mayor.
Algo más lejos, y hacia el norte, pueden admirar
el pantano de La Jarossa, que recoge
el agua de las laderas para abastecer a los pueblos de la Sierra; al fondo
está la mole de Navacerrada y el
risco de Bola del Mundo, que cortan
el horizonte.
Mirando de frente, en dirección este, se abre
la extensa llanura con la que se inicia
la submeseta sur. A unos 40 kilómetros aparece una gran masa de edificios que es la populosa ciudad
de Madrid.
Sobre los riscos
de Las Pilas y Altar Mayor, en la puntas mismas de sus crestas pueden ver los turistas
extrañas y diminutas construcciones solitarias, en forma de conos. Si tienen
suerte de llevar en sus manos buenas guías turísticas o de hallarse acompañados
por amigos versados en todos los secretos
históricos del Valle de los Caídos, podrán enterarse de que esas construcciones
en forma de conos son una pequeñas capillas que forman parte de los que se
conocen en el Valle de los Caídos con el nombre de Víacrucis o Camino del Calvario.
ALGUNOS DATOS TOPOGRÁFICOS
Posee la abadía un detallado
mapa topográfico del Valle de los Caídos, a escala 1:10.000, semejante a los
usados por el ejército para ejercicios de campañas militares.
Por los datos proporcionados en este mapa, sabemos que la base de la cruz
se encuentra a una altura sobre el nivel del mar de 1.405 metros. Como la
cruz monumental, a partir de la base tiene una altura de 150 metros, lo más
elevado de ella estaría a una cota de 1.550, unos metros más que la cresta
de la montaña que bordea el Valle por lado oeste, y separa las provincias
de Madrid y de Ávila.
Por esta cresta transcurre en gran parte la cerca que circunvala el Valle de los Caídos, de unos 30 kilómetros,
y que ya existía antes de la construcción del monumento.
En el momento en que la cerca se junta a
la cresta, en el lado norte, su altura es de 1.540 metros. Avanzan ambas ondulándose
al cruzar por delante de la cruz, como si fueran una gran chepa de camello.
En el meridiano de la cruz tienen una cota de 1.534 metros.
En una hendidura anterior a la chepa, la cerca ofrece un paso, que recibía
ya desde antiguo el nombre de Portera
del cura.
Pasando al lado sur, su cresta y cerca comienzan
a subir vertiginosamente, hasta llegar a una altura de 1.736 metros en el
cerro de San Juan, y un poco más
arriba, a 1.754 en el de Abantos.
El pico más alto del contorno, ahora cresta y cerca tuercen hacia el este
para ir descendiendo poco a poco hasta la misma puerta del Valle de los Caídos.
La explanada de la abadía tiene una altura
sobre el nivel del mar de 1.310 metros. El terreno desciende suavemente por
el lado sur. Por el lado norte asciende hasta una cota de 1.335 metros, para
descender luego por el rápido desnivel y bordeando la cruz hasta llegar a
la pequeña llanura donde se encuentran las casas del Poblado del Valle de los Caídos. Aquí la altura sobre el nivel del mar es de 1.215 metros.
Por tanto el desnivel de la explanada de la
abadía hasta la llanura del poblado es de 95 metros en una longitud de poco
más de medio kilómetro.
El Poblado
del Valle de los Caídos se encuentra al lado norte de esta llanura de un Km2
de extensión. Pasada ella, en dirección este, el terreno se encoge, e inicia
un descenso más pronunciado, siguiendo
el desfiladero del Valle de los Caídos, hasta convertirse en una angosta garganta
al llegar al viaducto de la carretera que sube al monumento.
Por esta angosta garganta transcurre un arroyo,
de nombre Guatel, el cual nace junto a los edificios de la abadía, justamente
detrás de la hospedería, y da sus primeros pasos por en medio del parque reservado
a los monjes.
La garganta se encoge todavía más, metros
abajo del viaducto.
Aquí proyectaron los arquitectos del Valle
de los Caídos una presa para convertir
en pequeño lago una parte del arroyo, hasta unos quinientos metros más arriba
del viaducto. Se desechó la idea por temor a que el pequeño pantano sirviera
durante los calores del verano, de foco de paludismo.
El Guatel
deja el Valle de los Caídos a un centenar de metros de la puerta, al lado
sur de ésta, y vierte sus escasas aguas en el río Guadarrama.
El Guacatel tiene en el Valle de los Caídos
otros cuatro arroyos como afluentes: el Puentellanos,
que recogen las aguas del lado norte del monumento, en una vertiente de escasa
anchura; el Boquerón, donde está
construido el estanque de aguas para el servicio del Valle de los Caídos;
corre cercano al monumento, en el lado sur; el Robledal,
en el mismo lado sur, pero más alejado del monumento y más abajo también en
el desfiladero; el de los Tejos,
igualmente en el mismo lado sur y todavía más abajo.
A este arroyo desembocan las aguas del pantano
del Aceña, en terrenos de Peregrinos, las cuales cruzan la montaña por dos túneles de
cuatro kilómetros cada uno. En Arroyo las conduce por el Valle de los Caídos
a una pequeña presa, a la puerta de otro túnel de dos kilómetros, que atraviesa
el risco del Altar Mayor, y que desemboca en el pantano de la Jarosa.
En el lado sur se encuentra
la mayor parte de los terrenos del Valle de los Caídos; en la actualidad están
cubiertos por un gran tapiz verde de jóvenes pinos.
LOS
RISCOS Y LA PILAS Y ALTAR MAYOR
El
desfiladero del Valle de los Caídos podemos describirlo imaginariamente como
un gran anfiteatro. La semicircunferencia está en el lado oeste, y tiene en
su centro un perfecto escenario, o sea el montículo rocoso donde se levanta
la cruz. Se abre por el lado oeste, y alarga sus brazos varios kilómetros,
en forma y altura desiguales.
Mientras
el brazo sur es alto y dilatado, y está poblado de espesa arboleda, el brazo
norte es bajo, corto, rocoso, estrecho
y puntiagudo.
Su
cresta se corta a pique a una altura sobre el nivel del mar de 1.316 metros,
casi en la recta misma de los brazos de la cruz. En la hondura estuvo situado
uno de los poblados de barracones durante la construcción del monumento, el
llamado de San Román. Allí estaban
también la capilla, el dispensario y la escuela, todo provisional.
Por
allí transcurre un camino vecinal que llega hasta la cerca del Valle de los
Caídos y se juntan con un sendero que va a unirse a dar carretera de circunvalación
del pantano de la Jarosa, en terrenos
ya de Guadarrama.
Por camino y sendero se pensó trazar una segunda carretera de acceso al Valle de los Caídos, partiendo del pueblo de Guadarrama. El proyecto no salió de los estudios.
Salvando
el tajo en ese ese brazo izquierdo del imaginado anfiteatro, la cresta comienza
a elevarse, situándose en seguida a 1.290 metros sobre el nivel del
mar; sube luego a 1.997 metros; hace a continuación unas pequeñas ondulaciones,
con 1.280,1978 y 1.288 metros, para servir de nuevo casi verticalmente hasta
1.336 metros, en el pico conocido con el nombre de Altar
Mayor, de hermosos recuerdos en historia del Valle de los Caídos.
Aquí puso sus pies el general a Franco, cuando
andaba buscando lugar para el monumento a los Caídos, y desde aquí descubrió
el maravilloso montículo recurso de La Nava, en medio del impresionante anfiteatro de montañas, lugar
que se convertiría después en el gran monumento a los Caídos de la Cruzada.
A
partir del pico del Altar Mayor,
la cresta descienda rápidamente hacia
el este, hasta llegar a la llanura
del Guadarrama, donde se encuentra la puerta del Valle de los Caídos. En el
descenso presenta juegos caprichosos, elevándose aún con picos de 1.289, 1.211
y 1.132 metros. En los Juanelos
el desnivel se hace más suave y menos rocoso. Aquí la altura sobre el nivel
del mar es de 1.115 metros. Finalmente, en la puerta del Valle de los Caídos
es de 965 metros.
La
actual carretera de acceso al monumento del Valle de los Caídos comienza en
la ladera de este brazo izquierdo del anfiteatro, y serpentea hasta llegar
a los Juanelos. Aquí cruz el arroyo guatel, a una altura de setenta metros
sobre el fondo su cauce, para trepar luego por la ladera del brazo derecho,
a la umbría de los verdes pinos..
En
esta carretera, poco después del pasado viaducto, y hicieron los constructores
un curioso balcón, desde donde pueden verse perfectamente las cestas rocosas
y cortantes de los Riscos de Las Pilad
y Altar Mayor.
A
su solana había dos o tres viviendas, antes de que se pensara en el Valle
de Cualgamuros - así se llamaba -, para la
construcción del monumento a los Caídos. Ahí se asentó también el primero
de los poblados de barracones, llamado de Banús;
de ahí también se arrancó la piedra para la construcción de la actual carretera.
Partiendo
de un poco más abajo de los Juanelos,
y siguiendo por la falda de los Riscos
de Las Pilas, había un camino vecinal, que unía los primeros pobladores
de barracones, el que hemos señalado de Banús
y el otro de San Román, nombrado
anteriormente.
Junto
a este camino se levantaron después los modernos y bonitos pabellones del
actual poblado, donde residen los empleados del Valle de los Caídos y el destacamento
de guardia civiles.
En
1968, al iniciarse un arreglo de la carretera, se mejoró este camino, y se
le echó un grueso firme de asfalto que mantiene
todavía en un perfecto estado de servicio únicamente privado.
VIACRUCIS
El
General Franco escogió para lugar del monumento el montículo rocoso de La Nava, en el centro del anfiteatro de
montañas, porque ciertamente era el lugar más hermoso y apropiado. Pero tampoco
abandonó el pico del Altar Mayor,
en que había descansado satisfecho, después del maravillosos descubrimiento,
y en donde se habían recreado sus ojos contemplando los más sorprendentes
paisajes de la Sierra.
Para
estos picos del Altar Mayor y de
Las Pilas reservaría la construcción de un Viacrucis o Camino Calvario, el cual sería extraordinario por sus
dimensiones.
Sabía
él por sus estudios, lecturas y referencias, que alrededor de los grandes
santuarios o centros de piedad cristiana, hay largos Viacrucis, con capillas o grupos escultóricos con estaciones. Conocidos
son el Viacrucis del santuario mariano
de Lourdes y el de la abadía de
Montserrat.
El
Viacrucis del Valle de los Caídos sería,
sino el mayor, sí uno de los más largos del mundo. Comenzaría en las primeras
cotas del Altar Mayor, seguiría
trepando por todas las crestas, terminaría en una de las capillas de la basílica
del Valle de los Caídos, la dedicada al Cristo yacente.
Se comenzó su construcción poco después de
terminada la carretera de acceso al Valle de los Caídos, alrededor de 1.944.
entonces era arquitecto del monumento don Pedro Muguruza.
Este dividió la obra del Viacrucie en tres secciones:
La
primera llegaría hasta el Altar Mayor
y tendría cuatro estaciones. Aquí
el mayor trabajo consistiría en la construcción de la calzada, pues tendría
que salvar un gran desnivel en muy corta distancia. Partiendo de una cota
de 1.132 metros, tendría que subir hasta otra de 1.336, en el Altar Mayor. Esta sección se la encomendó Muguruza al mismo constructor
de la carretera, Don José Banús, conocido posteriormente en todos los rincones
de España, como promotor de numerosas obras residenciales. Entonces comenzaba
modestamente su carrera ascendente.
Don José Banús cumplió fielmente su misión, y construyó la calzada
en su totalidad, y las capillas de las tres
primeras estaciones. En el Altar
Mayor preparó los cimientos de la base de la cuarta capilla, que sería
más grande y más hermosa que las anteriores. Se terminaría años más tarde.
La segunda sección de Viacrucis continuaría por las crestas de los picos de Las Pilas y llegaría hasta las inmediaciones del risco de La
Nava, en donde se comenzaba entonces
a horadar la roca para construir allí la basílica subterránea. Esta sección
tendría siete estaciones.
Muguruza
encomendó este trabajo a un humilde albañil especializado en el arte de labrar
la piedra, llamado en el Valle de los Caídos
El portugués, por venir de la nación vecina.
Por iniciativa del mismo Muguruza se asoció él con algunos compañeros, y crearon
una modesta empresa constructora, que comenzó el trabajo. Hicieron gran parte
de la calzada, las capillas de dos estaciones y la base para la capilla de
otra.
No sabemos el por qué, mas las obras se pararon,
y las cinco capillas restantes quedaron si n en proyecto.
La
tercera sección formaba parte del mismo monumento, y quedó concluida al terminarse
su construcción. A ella pertenecen las tres últimas estaciones: Decimocuarta
estación es la capilla del Cristo yacente, en el crucero; la decimotercera
está a la misma puerta de la basílica, debajo de la estatua de La Piedad de Juan de Ávalos; la duodécima,
la crucifixión del Señor, se encuentra
antes de subir a la gran explanada de la puerta de la basílica; es el grupo
escultórico de Las tres cruces.
La calzada que sube de esta duodécima estación hasta la explanada, salvando
un desnivel de unos 30 metros, está también terminada y es impresionante por su perfección y gracia.
El Viacrucis
del Valle de los Caídos sería en verdad uno de los mayores del mundo.
Tendría una longitud de más de cuatro kilómetros; entre subir y bajar, torcer
a un lado y a otro, habría que contar más de tres mil gradas. Y, como no comienza
el viacrucis en el mismo lugar en que termina, habría que recorrer otros cuatro
kilómetros, para volver al mismo lugar de donde se hubiera partido para hacer
el recorrido del Calvario.
Desgraciadamente esta grandiosa obra no se
acabó de hacer. Los trabajos se suspendieron, y nadie pensó ya en reanudarlos.
Los monjes benedictinos, al llegar al Valle de los Caídos, recorrieron varias
veces este Camino del Calvario;
pero tampoco ellos urgieron su terminación.
Don Diego González, el segundo y principal
arquitecto del monumento, que nos
ha legado obras tan bien acabadas, tampoco se decidió a terminar con la construcción, aunque no le faltaran
grandes y poderosos deseos.
Años después, en 1.965, se construyó por iniciativa suya la capilla del Altar Mayor, la más hermosa de todas,
dedicada a la Santísima Virgen.
¡UN
PASEO DE LAS ERMITAS?
Fue a mediados de los años setenta, cuando
un grupo de monjes jóvenes, recorriendo las estaciones ya construidas, e impresionados
por su belleza trataron de hacer algo para arrancar a esa obra gigante de
su complejo de inacabada.
Para feliz iniciativa de alguno de ellos, decidieron dividir la obra
en dos partes:
La capilla que se encontraba junto al montículo
de La Nava, y que se podía ver desde la
carretera de circunvalación, la reservaron para el Viacrics, junto con las otras tres estaciones que forman parte del monumento.
A las cinco capillas situadas en los Riscos de las Pilas
y a la magnífica calzada que las une les dieron el bonito nombre de Paseo de las Ermitas.
La capilla
del Altar Mayor estaba ya dedicada a la Santísima Virgen, pues sobre la puerta preside una bella estatua suya, de 1,80 m. Ellos
no hicieron más que atribuir un bello nombre a la estatua: Virgen del Altar Mayor. Aquí, como en tantas otras advocaciones marianas, el motivo sería claramente
toponímico. Las otras dos capillas, las levantadas a los dos lados del Altar Mayor las dedicaron, una a San Benito, fundador de la orden benedictina y la otra a Santa Escolástica,
su hermana gemela.
Quedaban por destinar las dos restantes. Dedicaron
la primera del Calvario al fundador del monacato español, San Millán de la Cogolla, y la segunda a Santo Domingo
de Silos, padre y patrono de la abadía
silense, de donde proceden los monjes de la abadía del Valle de los Caídos.
Naturalmente, aquel día, durante aquel paseo
aventurero, no hicieron más que soñar aquellos monjes, jóvenes e ilusionados.
Por los días del año del Señor de 1.978
II
MANOS AMOROSAS CUIDANDO DEL CAMINO REAL DE
LA CRUZ
A
media carretera entre la entrada del Valle de los Caídos y el Risco de la
Nava, donde se levanta la grandiosa y esbelta CRUZ, están
los cuatro monolitos conocidos con el nombre de LOS JUANELOS. Tienen una altura
de 11,25 metros, un diámetro de 1,45, y pesan 54 toneladas cada uno. Dicen
que eran obra de Juanelo Turriano, el famoso relojero de Carlos I y Felipe
II; se pensaron ponerlos de base en un palacio real, en Aranjuez, sobre el
río Tajo.
Como otras muchas iniciativas humanas, la empresa
de Juanelo se paró y los monolitos quedaron sembrados por los campos de Toledo,
en un eterno caminar sin movimiento hacia las aguas del río Tajo.
Un viejo cantar decía:
“Las piedras de Juanelo
ya
van andando;
llegarán
a su sitio
sabe
Dios cuándo”.
Allí
continuaban, reposando su eterna siesta, hasta que los despertó otro hombre
de iniciativas, Francisco Franco; y, por propia voluntad, los mandó trasladar
al Valle de los Caídos.
Dicen
que se quedaron aquí, en este rellano del Valle de los Caídos, porque tampoco
esta vez pudieron llegar a su destino, el emplazamiento del monumento. El
viaducto de 70 metros de alto, que, a pocos metros, abraza las dos márgenes
del arroyo Guacatel, río del Valle de los Caídos, no podía soportar tanta
mole de piedra y hierro.
Pero quedaron en un lugar hermoso, y con nombre
evocador, BUENAVISTA.
Hace
años, cuando el valle de CUELGAMUROS – así se llamaban estos parajes – todavía
era una finca privada y un lugar agreste y desconocido, aquí, en Buenavista
estaban las sencillas viviendas de los capataces y pastores que explotaban,
para sus amos, los pocos recursos ganaderos del lugar. Desde aquí salían, al amanecer, para recorrer el terreno
conduciendo las cabras, las ovejas, los caballos o las vacas. Y por las tardes,
cuando el sol se escondía tras la cornisa de montañas del oeste, aquí volvían
para descansar y reponer sus fuerzas.
Y aquí, en una de las sencillas viviendas
– de la que ya sólo quedan cimientos – nació uno de los dos compañeros que,
una tarde primaveral de 1.900, se sentaba a mi lado, en la base de uno de
los Juanelos.
Era Lucio Jara, empleado del Patrimonio Nacional
en el Valle de los Caídos, vigilante guía en la basílica. 50m años antes tenía
sólo 10 años de edad. Entonces no había carreteras en el Valle de los Caídos,
ni viaductos, ni caminos asfaltados; ni el verde tapiz de jóvenes pinos cubrían
las laderas. Pero Lucio podía trepar a placer por las rocas, y correr por
los senderos detrás de su grupo preferido de cabras.
El otro compañero era Ángel Rubio. Casi la
misma edad, el mismo empleo en el Patrimonio Nacional, el mismo oficio en
la basílica; hijo del mismo municipio, el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, porque al Real Sitio pertenece
el Calle de los Caídos. Pero no nació aquí, en otra sencilla vivienda reclinada
en las empinadas laderas del Real Sitio, adonde se asomo temerariamente el
ABANTOS, para contemplar la OCTAVA MARAVILLA del mundo, la parrilla,- templo y monasterio – de San Lorenzo.
Ambos son también miembros activos de la Hermandad de la Santa Cruz y de Santa María del Valle de los Caídos.
Y ellos se han encargado, con abnegación y generosidad, de la noble tarea
de organizar la limpieza del Vía crucis.
Sentados estábamos aquella tarde primaveral,
y recostados en la mole de uno de los Juanelos, cuando ya el sol quería alejarse
tras los riscos del oeste, pata caminar por Peguerinos y Ávila, y la gran
Meseta de la Vieja Castilla; pero la costaba despedirse de la Cruz del Valle
de los Caídos.
Descansábamos y contemplábamos. Contemplábamos,
no ya la grandiosa y esbelta cruz, ni el montículo en el que se levanta, ni
los verdes tapices de jóvenes pinos, sino otro monumento, aún si terminar
como aquel soñado Palacio de Juanelo Turriano, como otras muchas obras de
hombres, ricos en proyectos, más cortos en días de vida o en recursos económicos.
Contemplábamos, más con los ojos del espíritu
que con los ojos de la carne, el VÍA CRUCIS del Valle de los Caídos, CAMINO
REAL DE LA CRUZ.
Contemplábamos y deseábamos, porque terminábamos
de recorrerlo, y nos habíamos cansado.
Otros muchos días lo habían ya recorrido Ángel
y Lucio, con el grupo de colaboradores, en su noble misión de limpiarlo de
zarzas, jaras, ramas secas y otras malezas. Hoy, ya limpio y ampliamente abierto
a los pies humanos, habíamos caminado por él como técnicos improvisados en topografía y medición de distancias.
En nuestras manos había papeles con números
y grabados.
El VÍA CRUCIS comienza aquí mismo, junto a
los Juanelos
Y, subiendo y bajando por las crestas que se
levantan en el lado norte del Valle
de los Caídos, zigzagueando por entre rocas y arbustos, llega hasta la basílica,
y, en la basílica, hasta la capilla del Cristo yacente, la última estación
de las 14 que forman el VÍA CRUCIS o CALVARIO.
¡Un REAL CAMININO, enlosado, de 4 metros de
anchura, flanqueado por dos hileras de jóvenes pinos o arizónicas, ya muy
crecidos!
“Lucio, ¿cuántos metros de camino enlosado?
“3.054
m: Piedra del Valle, de granito joven, todavía con su hermoso color arena.
A veces la maleza la ha tapado. Pero no importa; en una segunda operación,
quedará totalmente limpia, como las losas de la explanada de la entrada de
la basílica.”
“Por
enlosar ¿cuánto queda todavía?
“No
mucho. Unos 656 metros. Porque, de la estación XI a la XII el camino se confunde
con la carretera de 603 metros; entre la XII y la XIII son camino de 173 metros
las losas de la explanada de la puerta de la basílica, y entre la XIII y la
XIV, dentro ya de ésta, están las losas de mármol y granito, que suman 235
metros”.
“¿Y
tú, Ángel, ¿cuántos peldaños has contado?”
“Pues,
hasta la VIII estación, la del ALTAR MAYOR, casi siempre subiendo, 1184 peldaños,
en esta proporción: 101, hasta la I estación, 87 hasta la II, 217 hasta la
III, 227 hasta la IV, 210 hasta la V, 107 hasta la VI, 125 hasta la VII, y
118 hasta la VIII en el ALTAR MAYOR. Más otros 92 peldaños en los trozos de
la calzada con dos brazos. Peldaños de 0,16 me. De altura y 0,30 de profundidad.
¡Una muy larga escalera! Consuela, no obstante,
que hay ocho descansos sin limitación de tiempo, si no es por las prisas.
A partir de la estación VIII, la del ALTAR MAYOR,
comienza el descenso, algo brusco al principio, con 416 peldaños. Luego hay
otros 51 peldaños para subir a la X estación, la cual no tiene peldaños de
bajada; lo cual quiere decir que hay que repetir, bajando, el mismo número.
En lo restante del camino, hasta llegar a la
estación XI, encima del Poblado, hay peldaños a veces subiendo, a veces bajando:208
en total.
De la estación XII, la de las TRES CRUCES,
a la explanada de la puerta principal de la basílica, hay una subida casi
vertical, con doble calzada; 170 peldaños cada calzada; en total 356 peldaños.
En la explanada hay cinco series de peldaños de 10 cada una. Estos tienen
una altura de 0.15m. y de profundidad 0,50. En la basílica hay 14 peldaños
para subir, en tres series, y 13 para bajar y 13 para bajar en otras dos.
Estos tienen una altura de 0,17 m., y una profundidad de 0,40.
Recapitulando
en todo el camino del Calvario hay 2.292 peldaños”
Lo
cual quiere decir que, sumando los datos de mis dos compañeros, Lucio y Ángel
(los 3.054 metros de camino enlosado, los 656
de camino sin enlosar, los 603 de carretera, los 173 de la explanada
y los 235 dentro de la basílica), NUESTRO CAMINO REAL DE LA CRUZ tiene una
longitud total de 4 kilómetros, 721 metros. y en todos estos kilómetros hay
2.292 peldaños.
Recordamos
entonces, sobre las diversas cotas de altitud en las distintas estaciones,
lo ya escrito en otro lugar.
El Vía crucis comienza, cerca de los Juanelos,
a una cota de 1.132 metros sobre el nivel del mar; la capilla de la II estación
se sitúa a 1.211, y la capilla de la V, a 1.298; la capilla del ALTAR MAYOR
sube hasta los 1.336 metros, un poca más alta que la misma explanada de la
abadía, que está a 1.300, y casi 100 metros más que la del Cristo yacente,
la XIV estación que está a 1.240 .
La
capilla de la estación X, asentada en otra cresta tiene una cota de 1.288
metros, luego el camino va bajando suavemente, hasta la cota de 1.200, en
la estación XII, junto a la carretera de circunvalación, en el remanso de
LAS TRES CRUCES.
Quedamos
un momento en silencio...
El
son todavía seguía mostrándose en el lado oeste del Valle de los Caídos, ya
muy humillado y enflaquecido. Mas aún pudiendo contemplarf, por encima de
los brazos de la cruz, el CAMINO REAL DE LA MISMA, por el que un día caminara
su Creador, tropezando tres veces, y cayendo también por falta de fuerzas
y de luz.
Las cifras oídas y apuntadas eran realmente
para meditar. 4.721 metros de camino total; 3.054 de calzada – no ya empedrada,
sino enlosada -; 2.292 peldaños también en total; 400 metros cariando de altitud,
entre subidas y bajadas.
¡ Y pensar que todos esos metros, todas esas piedras del enlosado, todos esos peldaños,
más la ilusión y los entusiasmos religiosos de aquellos hombres emprendedores
hubieran quedado sepultados por la maleza, año tras año más espesa, si la
Virgen del Valle no hubiera inspirado a hijos suyos de la HERMANDAD, tomar
a pecho el cuidado, la terminación y conservación del VÍA CRUCIS de su Hijo.
“No
se hubiera hecho esto, en la actualidad, con menos de varios millones” – observó
Ángel, con un profundo y prolongado suspiro.
En este momento
otro compañero, Lucio, que en sus días fue jardinero, y que sigue amando con
predilección plantas y árboles, observó sonriendo:
“Hemos contado las piedras, más nos hemos olvidado
de los árboles: los árboles que flanquean el camino del Calvario. Ellos valen
también sus dineros; mucho más que las piedras, pues tiene que hacerse uno
viejo para verlos así de hermosamente crecidos”.
“¿Cuántos
podrán ser? Un sencillo cálculo”
Y
Lucio, situando árboles cada dos metros, a uno y otro lado del camino, sacó
el número aproximado de 2.036 árboles entre pinos y arizínicas flanqueando
el CAMINO REAL DE LA CRUZ, sólo en la parte que es calzada.
También
los árboles del Vía crucis los han cuidado Ángel y Lucio en estos días de
limpieza.
Les
han cortado cientos de ramas viejas o secas, y todas las que impedían el paso
del Vía crucis.
Los
árboles han quedado muy rejuvenecidos y muy esbeltos.
Volvimos
nuevamente a nuestro silencio, blandamente recostados en la mole pétrea de uno de los Juanelos.
¡Descansando
y pensando!
Tal
vez recordando con orgullo la hermosa labor realizada en las semanas transcurridas
al final de 1.989 y al comienzo de 1.990.
¡
Una labor hermosa, al limpiar el camino del Vía crucis del Valle de los Caídos
¡
No
se había hecho desde los años cuarenta cuando el arquitecto Muguruza iniciara
su construcción.
Él
era un cristiano auténtico, un enamorado de la religión, un gran devoto de
María, fervoroso practicante del Vía crucis.
Los
que le sucedieron tal vez no sintieron las mismas ilusiones cristianas, o
no tuvieron los medios suficientes para seguir y terminar las grandiosa y
santa ilusión
Cinco
estaciones – las I, II, V, VIII y X – tienen hermosas capillas; la estación
XII es el conjunto de LAS TRES CRUCES, la XIII es la PIEDAD de encima de la puerta de la basílica, y la
XIV, la capilla del CRISTO YACENTE. En las otras seis estaciones, que no tienen
capillas, hermosas rocas naturales ofrecen paneles muy nobles y dignamente
agrestes, para que se pueda grabar y fijar en ellos el dibujo de cada estación.
¡CAMINO
REAL DE LA CRUZ1
¿Te veremos un día totalmente terminado, por
obra y gracia delos miembros de la Hermandad de la Santa Cruz del Valle de
los Caídos? ¿Serán muchos los simpatizantes que a ellos se asocien en empresa
tan noble y santa?
¿Serán
muchos los fieles cristianos que, a partir de ahora, recorran, año tras año,
en el Valle de los Caídos, el CAMINO REAL DE LA CRUZ, meditando en la Pasión
del Señor Jesús y en la Compasión de su Madre, Señora Virgen María?
Primavera
de 1.990
III
¿RECORRERÁN MUCHOS EL VÍA CRUCIS DEL VALLE
DE LOS CAÍDOS?
El
VÍA CRUCIS comienza junto a los Juanelos y termina en ela capilla del Cristo
yacente de la basílica. El arranque de la calzada se puede ver desde la carretera
misma. Una vz metidos en la calzada, ya no hay pérdida posible hasta la estación
IX, después de bajar la pendiente del ALTAR MAYOR.
La calzada sigue algunos pocos metros más,
y se corta, debería haber continuado otros doscientos, hasta la estación X,
donde comienza de nuevo.
A
falta de calzada se avanza por caminos de tierra, los que sirvieron para transportar
los materiales durante las construcción del Calvario. En la misma estación
IX se tuerce a la derecha; después de unos cien metros, se coge otro camino
a la izquierda, el cual conduce a la estación X. Para mayor seguridad, se
han puesto algunas indicaciones.
En la estación XI, ya encima del Poblado, se vuelve a cortar la calzada. No
obstante, es fácil encontrarla de nuevo, junto al Poblado, gracias a las dos
hileras de arizónicas que la flanquean.
Antes
de llegar al Poblado hay una alambrada, con un disimulado paso, fácil de cruzar.
La
calzada pasa primero entre el Poblado y garajes; sigue a la izquierda de los
edificios y muere en la misma carretera del servicio del Poblado.
Aquí,
en la carretera, se toma a la izquierda. Al llegar a la carretera de circunvalación,
se vuelve a tomar la izquierda. A unos trescientos metros, a la derecha, está
el remanso de LAS TRES CRUCES. Y YA NO HAY PÉRDIDA POSIBLE.
Quienes
tengan la intención de hacer el Calvario recorriendo las 14 estaciones y meditando
en los misterios de la Pasión, deben comenzar por la parte de los Juanelos.
En el mismo arranque de la calzada conviene haver una breve preparación o
introducción al ejercicio piadoso del Vía crucis.
Así
se comienza en la GUÍA preparada para este fin.. cosa peculiar de esta guía
son las introducciones que se hacen comentando la situación topográfica de
cada estación del Vía crucis del Valle de los Caídos. Al final de cada estación,
una ilación prepara el paso a la estación siguiente.
El
recorrido del Vía vía se puede hacer también en visita piadosa, o simplemente
turística. En este caso es más cómodo comenzar por el Poblado. Desde cualquier
parte del recorrido se consiguen hermosas vistas. Estas son más bellas de
los lugares de las estaciones.
Desde
el ALTAR MAYOR, hacia el este, y girando de izquierda a derecha, se puede
ver: Embalse de la Jarosa, Guadarrama, Cercedilla y Navacerrada, recta de
la carretera de Collado Mediano y Becerril, Collado Villalba y autopista,
carretera local del Valle de los Caídos a Villalba, pantano de Valmayor y
llanura de la región de El Escorial.
El
Vía crucis del Valle de los Caídos no es para hacerse en grandes multitudes,
aunque tampoco se excluyan. sólo que en estos casos debe haber organización.
En pequeños grupos resulta más fácil y más cómodo.
Siempre – pero sobre todo en verano –hay que
evitar el fumar, por el peligro de incendios.
El trayecto y el paisaje del Vía crucis – CAMINO
REAL DE LA CRUZ en el Valle de los
Caídos – es uno de los lugares más hermosos de la naturaleza, un auténtico
regalo de Dios, esta vez, embellecido por el hombre.
Sean
muchos los que lo recorran en oración y en acción de gracias.
Otoño
de 1.990
IV
¿SE TERMINARÁ ALGÚN DÍA EL VÍA CRUCIS DEL VALLE
DE LOS CAÍDOS?
En
diversos números de la revista ALTAR MAYOR, órgano de la Hermandad de la Santa
Cruz del Valle de los Caídos, se mencionó con frecuencia el Víacrucis del
Valle de los Caídos por los años 1.989 y 1.990.
Por todos se soñaba con verlo, algún día, totalmente
terminado; todos querían recorrer el vía crucis con frecuencia, en piadoso
recuerdo de la Pasión del Salvador y por la Compasión de su Santísima Madre.
Pero, en realidad, ¿qué es lo que falta para
que sea algún día una obra completa?
Hay
mucho ya hecho; mas queda también mucho por hacer. Falta mucho. Mas lo que
falta no impide, en absoluto, que ya se pueda practicar ahora piadosamente
– o turísticamente – todo su recorrido. Lo impedían antes las malezas, las
jaras, las zarzas, la arboleda; lo cual lo cubría o tapaba todo.
Eso ha quedado ya apartado, y la calzada se
encuentra expedita y ampliamente abierta a los pies de los peregrinos.
¿Qué
es, en concreto, lo que falta? Podríamos hablar de operaciones diversas:
una
1ª operación consistió en quitar de la calzada las malezas
que, dentro de ella, habían nacido.
Una
2ª operación consistirá en podar los árboles que flanquean
la calzada, y en limpiar la broza – hojas secas, musgo, mantillo – que cubre
en gran parte de las losas de la calzada. Será una operación trabajosa, porque
exigirá de los operarios brazos robustos y constancia en los movimientos.
Cuando
esta operación esté coronada, aparecerá en todo su esplendor la
belleza de las losas de granito claro.
Después
de la 2ª operación o simultáneamente, otra 3ª operación debería
acometer loa obra la obra de fijación o grabación de los emblemas de las estaciones
en sus lugares correspondientes, ya escogidos con sumo cuidado.
De
las catorce estaciones, la última, la del entierro de Jesús, tiene su noble
y bella representación en la estación del Cristo yacente de una de las capillas
del crucero de la basílica.
La estación XIII – descendimiento
de Jesús de la cruz – encuentra, sobre la puerta principal de la basílica,
la mejor reproducción del misterio de la estatua de La
Piedad. “Cuando
bajaron a a Cristo de la cruz, María, su madre, lo recibió en los brazos”.
La
XII estación – Jesús pendiendo de la cruz a vista de todos, con otros dos
crucificados a sus lados -, está perfectamente realizada en el conjunto de
la tres cruces, a la vera de la carretera de circunvalación, antes de subir a la explanada.
Para
las restantes estaciones hay que hacer los dibujos de sus emblemas; y éstos
reproducirlos en hierro hueco o grabarlos sobre la roca, en tamaño grande,
de suerte que se puedan ver bien a bastantes metros de distancia.
En
todas las estaciones, incluidas las que tienen capilla, hay rocas originales
muy a propósito para sostener u ostentar un
emblema.
La
4ª operación cuidaría de restaurar y sacralizar las capillas existentes en el Calvario. Estas
son cinco.. tal como están construidas no responden a la tradición de los
caminos del calvario, ni son aptas para un ejercicio piadoso del vía crucis,
ya que en ellas caben pocas personas; sólo ésas verían el emblema estando
dentro.
Pero
son capillas muy bellas y valiosas, y se debe conservarlas con amor y celo
en este camino real de la Cruz del Valle de los Caídos.
Algunas
están un poco deterioradas por el abandono y el tiempo.
Además,
habría que completarlas con una justa ornamentación religiosa. Podría consistir
ésta en acoger, en sus hornacinas – casi todas interiores - , imágenes de
los personajes cristianos que aparecen en la Pasión.
Una
5ª y última operación tendría como objetivo terminar la calzada.
He
aquí lo que falta: Escalera de subida/bajada a la capilla del ALTAR MAYOR;
bajada de la capilla de la estación X; unos 300 metros de calzada desde la
estación IX a la estación X; otro tramo de unos 100 meros junto al Poblado; y otro al llegar a las carreteras.
Para
todos estos trabajos se podrían aprovechar
las losas de un largo tramo de calzada que ya no se usa, una escalinata
abandonada, y las piedras de una capilla que se hundió hace algún tiempo,
y que, por la nueva ordenación de carreteras, queda fuera del camino del Calvario.
¿Cuánto falta para terminar el Calvario? Ahora
podemos tener ya algunas ideas concretas. Sólo falta que a las ideas estén
siempre unidos el entusiasmo y la labor efectiva.
Primavera
de 1.991
V
TRATANDO DE ADIVINAR EL FUTURO
Permítasenos
soñar durante algunos momentos.
Cerca
del Valle de los Caídos está el bello pueblo de Ceercedilla, también él colgado
sobre las montañas. Ante su ojos se muestran los famosos SIETE PICOS, cantado
por el poeta.
Junto
al pueblo de Cercedilla, y a las faldas de
Siete Picos, siguiendo la corriente del río Guadarrama,
discurría hace veinte siglos la calzada romana que unía las dos Castillas
serpenteando por la Sierra de Guadarrama, camino de Segovia.
Igualmente,no lejos del Calle de los Caídos,
más hacia el oeste, junto al pueblo de Arenas de San Pedro, se puede todavía
contemplar, casi en un estado perfecto, otra calzada romana, la que saltaba
el puerto del Pico, camino de Ávila.
Ambas
calzadas son ahora la niña de los ojos del pueblo español, y sus autoridades
cuidan de ellas con especial esmero y atenta vigilancia.
Ambas
son verdaderos monumentos nacionales, como el acueducto de Segovia, las murallas
de Ávila, y otros muchos restos históricos de nuestras viejas culturas hispánicas.
Pasarán
los años. Quedarán atrás futuras culturas, que se harán viejas. Perdurarán,
en el transcurso de los siglos otros queridos monumentos, a los que se cuidarán
con mimos maternales.
Allá,
al comienzo del CUARTO MILENIO – año del Señor 3199...- sin duda se seguirá visitando el Valle de los Caídos;
se seguirá hablando de él...
¿Se
dirá también de la calzada del VÍA CRUCIS, o
Camino Real de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, que “ES UNO DE LOS MONUMENTOS
NACIONALES MÁS QUERIDOS Y MÁS CUIDADOS DEL PUEBLO ESPAÑOL”?
Primavera
de 1.995