LA NOTICIA ES QUE DIOS NO HA MUERTO
A través del pensamiento Dios viene haciéndose asequible también
a aquellos que no pueden creer, por la razón que sea. En nuestro mundo
materializado hoy, podría dar la impresión de que Dios ha desaparecido
de nuestro horizonte humano; pero lo cierto es que en la vida de todos los hombres
hay momentos de sinceridad, en los que incluso los más alejados piensan
en El y se preguntan angustiosamente ¿Existirá Dios? Esta es la
pregunta con la que quisiéramos arrancar en un momento como el presente
en el que tantas dudas hay sobre El
Dios intangible, invisible, silencioso y mudo aunque oculto entre las sombras,
siempre está ahí a la espera y puede aparecer en nuestra vida
en el momento más inesperado. La conciencia religiosa, inserta en la
esencia de lo humano, ha impulsado a los hombres y mujeres de todos los tiempos
a buscar a Dios por las vías de la intuición o del razonamiento.
Es así como el Dios del más allá se ha hecho presente en
todos los rincones de la tierra y desde los tiempos, más remotos viene
satisfaciendo las aspiraciones más profundas que anidan en interior del
corazón humano. De mil formas diferentes, según el desarrollo
y capacidades de cada pueblo, Dios se nos muestra como la razón suficiente
de todo lo que existe. Su existencia es la única alternativa válida
al absurdo, por eso creer en él siempre resulta ser lo más razonable
para el hombre. Siempre lo ha sido y así ha de seguir siéndolo
Se pueden contar por miles los hechos sacados del mundo de la experiencia que
sólo tienen una explicación congruente en Dios y desde Dios. La
creación entera sólo puede ser obra de su mano poderosa. Así
lo han visto los más cualificados filósofos de la historia, así
lo ha visto el gran científico de nuestro tiempo, Einstein, quien viene
a decir que lo sensato es hacer depender el mundo de Dios y no como resultado
fortuito de un infinito juego de dados. El astronauta J.B. Irwin, después
de haber visto nuestra tierra como una bolita de Navidad, se ve obligado acordarse
de un supremo Creador que está por encima de nuestro mundo; pero no hace
falta ser astronauta, filósofo o científico; basta con ser atento
observador por pocos minutos para percatarnos de los guiños que Dios
nos hace desde la inmensidad de los espacios siderales poblados de soles y de
estrellas; basta con abrir los ojos para quedar sobrecogidos ante la gigantesca
maquinaria del universo. Nos asombramos y con razón, del pequeño
mundo espacial de satélites artificiales, puestos en funcionamiento por
los hombres y ello no deja de ser un divertimento para niños comparado
con los millones de astros y de estrellas que discurren por los desiertos del
firmamento, sujetos a complicados movimientos, ajustados milimétricamente
para no desplazarse de sus orbitas, evitando de esta forma interferencias y
colisiones de consecuencias catastróficas.
Ya no sólo la majestuosidad del macrocosmos, ante la cual la mente de
Newton se inclinaba asombrada, es también la minuciosa complejidad del
microcosmos que producía escalofríos al mismísimo Darwin.
Según los sabios, en el mundo de la biología y la genética
resultan ser innumerables las condiciones indispensables que deberían
concurrir para que hiciera su aparición un órgano, aparentemente
tan simple como el ojo. Nada digamos de la configuración y estructura
del cerebro humano, del cual apenas conocemos nada. A medida que los secretos
de la naturaleza se van desvelando va perdiendo cada vez más crédito
el ciego mecanicismo. El azar nunca fue una explicación científica,
pero ahora lo es menos que nunca; ha quedado como la única salida a la
desesperada para los que no pueden creer en Dios. A través de ordenadores
se ha llegado a establecer el cálculo de posibilidades, concedida a la
casualidad, para explicar el funcionamiento del cuerpo humano y el resultado
ha sido que dicha explicación tendría las mismas posibilidades
que el arrojar 50.000 veces un dado y obtener en todas estas veces el mismo
resultado; es decir , prácticamente imposible.
Desde la filosofía y la ciencia a la última conclusión
a la que hoy se puede llegar, es a la que Wittgenstein dejó expresada
con estas palabras. “El significado del universo no está en el
universo. El mensaje de todo lo creado nos remite inconfundiblemente a horizontes
de trascendencia. “Pregunta a las bestias y te instruirán, a las
aves del cielo y te informarán, a los reptiles de la tierra y te darán
lecciones, te lo contarán los peces del mar”. A quien tiene los
ojos abiertos no le es fácil prescindir de Dios, por eso no es cómoda
la postura del ateo. Lo dicen ellos mismos. No creer en Dios, nos dice Andre
Gide, es mucho más difícil de lo que se piensa. La negación
de Dios en opinión de J. P. Sastre es una tarea larga y difícil
que tiene que comenzar cada día. Así lo reconoce Jean Rostand,
quien dejó escrito: “He dicho que no a Dios… pero en cada
momento la cuestión vuelve a plantearse, no es un ateismo sereno jubiloso
ni contento” ¿Y Unamuno? ¿ Qué podríamos decir
de Unamuno si es el mismo quien viene a decirnos que no habría podido
vivir sin la presencia de ese su dios inexistente que a la vez que su tormento
llega a ser su aspiración última.
En el momento más inesperado de la vida de cualquier ateo surgen inevitablemente
del subconsciente gritos de lamento por el Dios perdido, porque tal como dice
Simone de Beauvoir dejar morir a Dios es precipitarse en los abismos de la nada.
Hasta el mismo Nietzsche, en ocasiones, se siente sacudido por arrebatos místicos
que se le escapan a borbotones y que no puede reprimir. De una forma o de otra
Dios sigue ahí, en el corazón de todos los hombres y cuando menos
se piensa se hace presente.
Los creyentes debiéramos felicitarnos, porque la ciencia y la filosofía
están ayudando cada vez más a poner las cosas en su sitio; de
mil formas nos están insinuando que es razonable creer en Dios. Siempre
he pensado que la mejor noticia que hoy podíamos dar a los hermanos que
codo a codo trabajan con nosotros en la construcción de nuestro mundo,
es la de que no es verdad que Dios haya muerto, decirles que no estamos solos,
perdidos en un universo desértico, gélido y vacío. Este
es precisamente uno de los mensajes que nuestro mundo está necesitando
porque los hombres de lo que más necesitados andamos es de esperanza.
Dios no ha muerto, ni siquiera está en crisis, aunque mucho se haya hablado
de la crisis de Dios. En todo caso, la que está en crisis es nuestra
idea sobre él, los que estamos en crisis somos nosotros mismos. No ha
sido nuestra inseguridad e indigencia, las que nos han llevado a crear a Dios,
sino su infinita bondad la que nos ha dado a nosotros la existencia, no es él
quien necesita de nosotros, sino que somos nosotros los que estamos necesitados
de él, si no queremos hundirnos en el absurdo
El tiempo ha ido pasando y atrás han ido quedado aquellos años
del Mayo de Paris, donde el barrio Latino estaba poblado por universitarios
contestatarios; atrás quedó la moda de portar una camiseta donde
se podía leer: “Dios ha muerto", firmado Nietzsche
, Las camisetas que ahora procede sacar de nuestros armarios serían
otras mucho más realistas donde pudiera leerse:
“Nietzsche ha muerto, Marx ha muerto", firmado Dios”
Se ha querido enterrar a un Dios que estaba vivo y esto es algo que la ciencia
y la filosofía nos lo están recriminando cada vez con más
claridad.
Del mismo modo que se ha dicho que sin Dios todo es legitimable del mismo modo
se podría haber dicho que sin él todo es un sin sentido. No es
posible dar razón de lo que nuestros ojos ven y nuestras manos tocan
, no es posible tampoco encontrar sentido a nuestra propia existencia.
Ángel Gutiérrez Sanz