NOTAS SOBRE LA HISPANIDAD.
La Hispanidad nos interesa como
realidad política, debe entenderse como ese denominador común de los pueblos
hispanos en cuanto tiene una exigencia política de realización histórica.
No intento definir, sino
precisar. La Hispanidad es indefinible, pero no es una cosa vaga, a pesar de
que la Retórica la ha envuelto en una nube de vaguedad. Dice Chesterton que
muchas de nuestras dificultades actuales, en religión como en otras cosas,
provienen simplemente de que tomamos una por otra dos palabras diferentes: la
palabra «indefinible» y la palabra «vago». En cuanto oímos calificar un hecho
espiritual de «indefinible» nos imaginamos algo desdibujado, una nube de
contornos indecisos.
El hecho primario, el hecho real,
que es todo lo contrario de lo vago, eso es lo indefinible. Usando la expresión
de Chesterton diré que la Hispanidad es «demasiado real para ser definida».
Pero esto es precisamente lo que no justifica la vaguedad retórica. Es
necesario precisar.
La Hispanidad, como toda cosa
real, es muy compleja y presenta infinidad de aspectos. Querer cogerlos todos
en el puño o en el ojo es una necedad. Tenemos que coger únicamente los
aspectos que nos interesan, y para determinar estos aspectos es necesario fijar
el fin de nuestro interés. Porque una misma cosa nos puede interesar para
diversos fines. Una flor puede interesarnos para la Botánica o para la Poesía o
simplemente para adornar un florero. ¿Para qué nos interesa la Hispanidad? ¿Nos
interesa para hacer filosofía, para hacer poesía, para nuestra salvación eterna
y la de nuestros amigos y hermanos, para enflorar nuestros discursos. No.
Estemos de acuerdo en que la Hispanidad no es para eso.
Entiendo que el fin de la
Hispanidad es la realización en la Historia de los pueblos hispanos y por medio
de ella la realización histórica de la Cristiandad. Dígase si se quiere
salvación histórica y así se estará más claro de que no se trata de la
salvación eterna de los individuos, que es negocio que incumbe a la Iglesia, y
que no debe mezclarse aquí para evitar confusiones muy peligrosas.
Este fin de la Hispanidad es,
pues, fundamentalmente un fin político, entendiendo lo político en su más alto
y noble sentido, como realidad de la Polis, de la ciudad terrenal. Y no puede
ser de otro modo. Se dice que la Hispanidad es una actitud frente a la vida, y
es también una forma de catolicismo y una forma de cultura. Todo eso es cierto;
pero tales hechos constituyen una observación sociológica, es decir, que tiene
un claro valor y destino políticos. Porque en mí, individualmente, como
persona, tales hechos no existen. Yo, individualmente, soy una unidad completa
sin raza ni nacionalidad. Estos hechos existen por la comparación entre los
individuos. La Hispanidad y la nacionalidad surgen de la relación social,
cuando se comparan los individuos entre sí y los pueblos entre sí y se observa
en un grupo determinado de ellos un denominador común que exige naturalmente
(porque el hombre es zoon-politikon) una realización colectiva en la Historia,
es decir, que hay una exigencia política.
La Hispanidad nos interesa como
realidad política, debe entenderse como ese denominador común de los pueblos
hispanos en cuanto tiene una exigencia política de realización histórica.
El que no tiene conciencia
política no puede, pues, entender la Hispanidad. La conciencia puramente
artística no sirve para entender la Hispanidad. La conciencia puramente
científica o filosófica no sirve para entender la Hispanidad. La conciencia
puramente apostólica religiosa no sirve para entender la Hispanidad. Por favor,
pues, que los artistas puros, que los intelectuales puros, que los religiosos
puros, no hablen de Hispanidad, que se dejen de hispanizar. Que hagan su obra
pura o puramente su obra, sin preocuparse de si es o no hispánica. Lo será si
ellos son hispanos. Pero, por favor, ¡fuera con el rotulito! y que no se metan
a hispanizar.
De esa cosa viva y real que es la
Hispanidad nos interesan sus aspectos en función de lo político. No es aspecto
político de la Hispanidad, que con esto quiere decirse muchas veces que la
Hispanidad puede servir a determinada política, a determinados fines políticos,
y esto es bastardear el concepto. No. Quiero decir que la Hispanidad debe
entenderse y tratarse con visión de político y para sacar de ella una política,
nuestra política. Precisamente se trata de tener una política propia, porque
desde hace ya más de un siglo y medio no hemos hecho otra cosa que servir a los
políticos de los imperialismos extraños y enemigos. Y la base de esa política
propia, la base de nuestra realización en la Historia es la Hispanidad.
Con esa visión política
fundamental ya se pueden destacar, dentro de los muchos aspectos que presenta
la Hispanidad, los que le dan personalidad y categoría dentro de la Historia,
los que la señalan y distinguen, mostrándola como una realidad vital preñada de
posibilidades históricas.
Estos aspectos o caracteres, a mi
juicio, son los siguientes;
a) Exigencia vital de un
catolicismo integral, o sea, que existe en los pueblos hispanos una exigencia y
una tendencia, que fue carne en la Historia, hacia la plena realización del
Catolicismo, llevándolo a todos los órdenes de la vida social: jurídico,
económico, cultural, etc.
b) Ortodoxia católica, o sea una
orgánica incompatibilidad popular con la herejía, una fidelidad total a la
autoridad religiosa de la Iglesia y a su doctrina, sobre todo en el orden
histórico e internacional, sacrificando los nacionalismos a una superior
concepción teocéntrica del mundo, al auténtico sentido cristiano de la
frafernidad universal y de la unidad moral del género humano proclamada en
Trento por Laínez, opuesta, por tanto, a todo nacionalismo teocrático, a la
doctrina protestante de la predestinación, al materialismo histórico y al
humanismo antropocéntrico.
e) Síntesis del Poder espiritual
de la Iglesia y del Poder temporal del Estado, opuesta, por tanto, al divorcio
moderno entre lo espiritual y lo temporal que aceptan incluso filósofos
católicos como Maritain.
d) Afirmación intuitiva y real de
la personalidad y de la individualidad humanas frente al Estado.
e) Ordenación jerárquica y
aristocrática (no democrática) de la sociedad.
f) Sentido primordial y telúrico
de la Cultura y de la Historia. Este es el aporte americano a la Hispanidad y
en él se basa la posibilidad y novedad de la recreación cultural que necesita
el mundo. Puede identificarse con el retorno a las cosas de que hablaba Laín
Entralgo en sus conferencias de Santander, como segunda nota de lo que en medio
de la actual crisis intelectual se vislumbra como base o fermento del inmediato
porvenir de la Cultura.
Al decir que éste es el aporte
americano a la Hispanidad no quiero decir que los otros aspectos o caracteres
no se den en América. Quiero decir que este sexto aspecto es el exclusivamente
americano. Y es de una importancia enorme y decisiva porque es el aspecto
vital, el fermento nuevo, el que da la fuerza de juventud para que los otros
aspectos puedan ser aceptados y revitalizados en la Historia.
Por lo demás, la Hispanidad es
fundamentalmente americana o hispanoamericana. Hablo de la Hispanidad
histórica, real, actual, de su corporeidad. Prescindo de las quintaesencias
filosóficas, de la Sociología ultraísta, de la ultra-Historia, de si Séneca, de
si Pelayo, de si los godos, del si hubiera, habría o hubiese sido. A la
política no le interesan los futuribles. La Hispanidad, cosa real, histórica,
política, actual, es americana. Es española en cuanto España está en América.
La Hispanidad puede cumplir su fin de realización histórica, en último término,
aun en contra de España, si ésta traiciona sus propias esencias hispánicas. Y
es que esas esencias hispánicas están en América. Pero esta realización
histórica de la Hispanidad no puede cumplirla España sin América por varias
razones: 1ª Porque América es ya parte enorme de esa realización. 2ª Porque en
el mundo actual una nación de 40 millones de habitantes no puede aspirar a la
primacía histórica mientras Hispanoamérica tiene más de 400 millones y
posibilidades ilimitadas de crecimiento. 3ª Porque los fermentos nuevos y
originales de recreación cultural están en los pueblos nuevos, bárbaros o
semibárbaros, si se quiere (yo diría telúricos y primordiales), de América y no
en los pueblos europeos sometidos (incluso España) a un agudo proceso de
intelectualización de su Cultura que ha hecho crisis ya, sin que les sea
posible recobrar por sí mismos la fuerza pura inicial, la dignidad de espíritu,
la inocencia histórica, ese sentido primordial y elemental de las cosas que por
esta razón he señalado como aporte americano a la Hispanidad.
Pueden añadirse a estos
caracteres o aspectos otros más específicos, como lo que el mexicano González
Luna, refiriéndose a la Hispanidad como actitud humana, llama en frase de
técnica filosófica ultramoderna gravedad vital de la adhesión valorativa, o
sea, la manera «honda, grave y central de escoger valores y de adherir a ellos
una vez escogidos». Es el caso del Quijote entregado incondicionalmente al
ideal de su cruzada caballeresca y el de Hernán Cortes al quemar sus naves en
un gesto irrevocable de abrazarse con toda su alma a la epopeya de la
conquista.
Pueden señalarse, como digo,
otros muchos aspectos que sirven para encuadrar históricamente con claro y alto
fin político el concepto de la Hispanidad. Incluso los que atrás señalo pueden
fundirse, retocarse, afinarse. No pretendo sentar cátedra. No intento
dogmatizar ni sistematizar. Lo escrito en este artículo no tiene valor de
profundidad meditativa. Son ideas, intuiciones, brotadas con rapidez y
espontaneidad como fruto de la necesidad mental de aclararse y aclarar en medio
de esta vaga y solemne monumentalidad retórica que nos aplasta y que puede
esterilizar los más vitales esfuerzos de nuestra juventud personal y nacional e
inutilizar una coyuntura histórica preciosa.
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