<%@LANGUAGE="JAVASCRIPT" CODEPAGE="1252"%> la Transicion española

10. La "transición".

La adopción espiritual del Estado por la Iglesia se interrumpió durante el pontificado de Pablo VI, por razones espiritualmente inescrutables y que, en cualquier caso, habrían quedado refutadas por los negativos resultados religiosos obtenidos. A través de su nuncio apostólico, el pontífice no cesó de acentuar su tendencia a seleccionar a los prelados españoles en función de su distanciamiento del régimen.

Lo que se inició como prudencial despegue, concluyó en velada hostilidad. Esto último es lo que Franco, en unas notas manuscritas en 1972, publicadas por Luis Suárez denominó "puñalada por la espalda". Finalmente, la Jerarquía promovió el cambio político. Las consecuencias pastorales de la propiciada sustitución del Estado confesional por el agnóstico han sido espectacularmente adversas para el catolicismo.
Cayó así el único Estado confesionalmente católico del Occidente contemporáneo, quizás el último. (Historia de España y América: la época de Franco. Rialp; 1992).

* * *

La Jerarquía vaticana y española de los años setenta, pensaban que sólo el sistema liberal democrático tenía garantías de futuro; y por eso querían suprimir el Régimen político español y sustituirlo por la actual democracia liberal. Nuestros obispos más valiosos de entonces, ya en minoría numérica producida por una serie de sustituciones furtivas, así como los hombres más preclaros y patriotas de España, consideraban suicida esa postura: el catolicismo iba a echar por la borda una sociedad a la que orientaba y penetraba para lanzarse al vacío de una aventura seguramente sin retorno.

La gran presión de los clérigos en crisis venció. Su actuación fue política y no religiosa, furtiva en muchos casos y violenta o descarada en otros. No es nada extraño que varios miles abandonaran el sacerdocio cayendo en la secularización. Esto causó un enorme daño a la Iglesia en España con la ruina espiritual de muchos españoles. Pero ello no exime de su responsabilidad imprescriptible en este inmenso crimen de alta traición a la Patria, a los que ocupaban las más altas cumbres del Estado español y del poder inmediatamente después de la muerte de Franco.

La llamada "transición", como dicen, es un inmenso fraude moral, jurídico y político realizado a espaldas del pueblo español como han demostrado eminentes juristas e historiadores.

La estructuración del Estado en comunidades autónomas y la constitución de 1978, reflejan un cúmulo tal de insolvencia política, una enciclopédica incultura, un absurdo históricopolítico, una cobardía y una frivolidad tales, que resulta difícil pensar que no haya sido toda una operación calculada de mala fe por parte de agentes al servicio del nihilismo antiespañol y con el propósito de lograr la desaparición de España como nación.

Sería extraordinariamente interesante una seria investigación para descubrir a sus verdaderos autores y sus ocultas intenciones.

La constitución española actual no contiene la más mínima referencia a Dios y abre - ya lo ha abierto - el camino al positivismo jurídico y político y a las "leyes" infames propias de la barbarie europea contemporánea; y en último término a la desaparición de España como nación después de tantos siglos de tan singularmente gloriosa y fecunda historia. Y así se llega a una ordenación de la sociedad contraria a la propia naturaleza con que Dios ha constituido al hombre y al mundo, de cuya irracionalidad sólo se pueden seguir grandes males de todo orden. Un 7,83 por ciento de los españoles tuvimos el honor de darnos cuenta en su día de ello y de votar NO a la "reforma política" y a esta constitución.

Con ser esta de la estructura política la más dura, no es la única dificultad para defender la unidad de España y su subsistencia como Nación.

Desde hace ya más de veinte años está tercamente vigente una denigración sistemática e institucionalizada contra la esencia histórica de España desde todos los llamados medios de comunicación social. En esta infame operación demoledora están implicados dirigentes del partido actualmente en el poder. Y también están involucrados obispos, "intelectuales", pseudohistoriadores y políticos advenedizos, que consideran, por ejemplo, la ingente empresa española del descubrimiento, evangelización y civilización de América, la más amplia que se conoce en la Historia para el bien de muchas gentes en el mundo, como una gran barbarie por la que deberíamos pedir perdón y avergonzarnos. Y tal mostruosidad predican de palabra y por escrito, difundiendo como verdadera la siempre falsa y vil "leyenda negra" antiespañola, con gravísimo daño espiritual para la gente española de hoy más indefensa intelectualmente.

Y naturalmente estas actitudes infames vuelcan hoy preferentemente su odio con calumnias contra la egregia figura histórica de Franco; y contra los que con él colaboramos en cumplir nuestro elemental deber de legítima y debida defensa de España, propia y ajena, al luchar y vencer al comunismo internacional en nuestro suelo con el sacrificio enorme de la guerra. Pues también por esto quieren que pidamos perdón estos miserables que, gracias a nosotros, viven y ocupan puestos de privilegio en la situación presente; pues caerán sin duda en el desprecio de las próximas generaciones españolas.

Muchos españoles que aún vivimos tenemos la humildad y el honor de reconocer, agradecer y amar aquella hermosa y fecunda Era de Franco. Y somos "nostálgicos" sí, pero nostálgicos de un porvenir espléndido que estaba ya en marcha y nos ha sido robado. Y lucharemos siempre por recuperarlo en sus notas esenciales, que son las que producen el verdadero progreso de la sociedad en todos los terrenos y dimensiones humanas.

Tremenda dificultad representa también hoy la ridícula, aberrante y criminal actitud de los nacionalistas vascos y catalanes, con lo que se destrozarán a sí mismos causando grave daño a los demás, porque se mueven por el fanatismo ciego y el odio.

Nuestro Estado actual es malo y caro; peor que malo por su función necesariamente disolvente; y disparatadamente caro por la cantidad de parlamentos y gobiernos inútiles que sostiene con su enorme cortejo de funcionarios. Esto, con la disminución y envejecimiento de la población que se quiere compensar con inmigrantes muy distintos, destruirá progresivamente la economía nacional causando daños crecientes a toda la sociedad.

La Constitución ha contribuido poderosamente a crear una mentalidad permisiva que está causando un verdadero estrago en la población española. La familia española está en gran parte desarticulada y con ella la sociedad.

No existe plan educativo alguno honrado y racional. Nuestra función educativa pública y parte de la privada es actualmente miserable en todos los niveles, en profesores, programas y textos, salvo en muy pocas y honrosas excepciones. Parece que se pretendiera producir enanos y no hombres.

Esta situación reviste especial gravedad en el País Vasco y Cataluña, donde muchos centros llamados educativos marginan toda referencia a la cultura histórica española, con lo que sólo estimulan la animalidad y el instinto de los más jóvenes.

Por todos los medios de comunicación hoy disponibles se vuelca cada día una abrumadora ofensiva contra todos los valores vitales para la subsistencia de nuestra Nación. Se atenta por sistema contra nuestro más noble patrimonio cultural histórico, ese gran depósito de valores espirituales eficaces incluso para ser comunicados generosamente a otros pueblos con visión universalista y sin el más mínimo afán de dominio. ¿Qué queda hoy de esto?.

La bochornosa legislación que hoy nos permite las peores depravaciones morales están subvencionadas con dinero público. Ni siquiera se dan cuenta de que las "parejas de hecho" están practicando un parasitismo sobre la institución matrimonial; y que cuando hayan terminado de sacarle los jugos para exportarles al vicio, habrán perdido todos los recursos para poner algún remedio al desbaratamiento de las costumbres.

Tal es el triste estado de abatimiento y degradación a la que ha sido conducida nuestra sociedad durante los últimos veinticinco años por los dirigentes de la "transición". ¡qué vergüenza y qué dolor!.

Sentimos discrepar diametralmente con lo que se dice, por ejemplo, en el "Libro Blanco de Defensa 2000", que ya en su presentación firmada por el Presidente del Gobierno Don José María Aznar, se dice que "durante los últimos 25 años España ha vuelto a encontrarse a sí misma". (…)

No cabe esperar ninguna recuperación de una sociedad tan depauperada como la nuestra de hoy; sólo un milagro de la Providencia podría sacar adelante a España y a nuestra sociedad española actual; pero el milagro tendría que empezar por sustituir a nuestra actual clase política dirigente por otra que fuese competente, entera, honrada y no tan vergonzosamente equívoca.

La ley civil debe inspirarse en la ley natural (cuyo primer precepto es, por cierto, el culto a Dios) y en el orden moral objetivo, pues como bien ha escrito el cardenal Ratzinger "un Estado agnóstico en relación con Dios, que establece el derecho sólo a partir de la mayoría, tiende a reducirse desde su interior a una asociación delictiva; pues donde Dios resulta excluido, rige el principio de las organizaciones criminales, ya sea de forma descarnada o atenuada". (Card. Ratzinger: Mirada a Europa; Rialp, 1993)

Franco tenía y sigue teniendo razón cuando proclamó solemnemente el segundo de los Principios Fundamentales de la Nación española el 17 de Mayo de 1958.

Como hemos visto en el capítulo 6, la Historia de Europa ha demostrado con la más cruda dureza trágica lo que pasa en los pueblos que pretenden constituirse jurídicamente en contra del orden estatuido por Dios. Y por último la Historia o la vida de la Nación española y del común de los españoles desde la muerte de Franco, resulta una prueba de irrefutable elocuencia sobre lo que ocurre cuando se sustituye el Estado confesional por el agnóstico y nuestro pueblo pierde así su fe, su propia personalidad o esencia histórica, o su propia identidad nacional de tan larga y fecunda Historia.

Por todo lo dicho y por mucho más que perfectamente documentado podría decirse, bien fundadamente se puede pensar que Franco ha sido el último gobernante heroicamente católico que se ha conocido en el mundo. Y quizá ya el último. Desde muy joven, en todas sus actuaciones como hombre, como militar y como estadista, derrochó las cuatro virtudes cardinales sobre el pilar inconmovible de su fe.

De ningún personaje de la Historia se han escrito tantos libros como de Francisco Franco. Se deja ver así, evidentemente, su trascendental importancia. Entre libros y libelos ya pasan de treinta mil; y el torrente de publicaciones no cesa sino que sigue creciendo. ¿Cómo será posible que un hombre movilice tamaño apasionamiento?. Singularísimo signo de contradicción por cierto.

El juicio político sobre la obra de Franco - emitido cientificamente, ya que cualquier otro incurriría en arbitrariedad - habrá de ser enunciado mediante un balance entre los medios con que contó y los fines que perseguía. Es decir, contrapesando los recursos que exigió de los españoles y los resultados que obtuvo con ellos. Con tal punto de vista, la valoración que se haga tendrá que ser máximamente favorable.

(…) "Quede para otra ocasión aludir a lo que se ha dilapidado o destruido, empezando por la moral pública. El contraste entre el ayer y el hoy resulta un panegírico del pasado. Es, pues, mucho lo que felizmente queda de una era que registra el más intenso proceso de modernización de España.

El revanchismo y el complejo de inferioridad llevan dos decenios tratando de entenebrecer uno de los períodos más fecundos de nuestra historia y de satanizar a Franco, su cabeza visible. A ese gobernante, uno de los más honestos y eficaces con que ha contado España, un presidente del Gobierno, en un gesto de insuperable impudicia, lo ha motejado de "Paco el ranas", y un alcalde de Madrid, en un alarde de suma ruindad, tachó su nombre de una avenida de Madrid y de un hospital edificados durante la jefatura de quien fue Generalísimo. De grandes obras públicas se arrancan las placas inaugurales para convertirlas en hospicianas y hurtarles su partida de nacimiento. Se intenta borrar un período capital, lo que es una forma de tirar la casa por la ventana y de suicidio histórico.
Si de la España actual restáramos lo que queda de la era de Franco, caeríamos en el tercer mundo. Algo hemos retrocedido ya en esa dirección.
Este XXV aniversario podría ser una oportunidad para sustituir el rencor y la irracionalidad por la serenidad y el sentido común y, en consecuencia, por el reconocimiento de los hechos obvios. (…) (Gonzalo Fernández de la Mora)

Toda esta ola resentida e instalada al asalto en el poder, inmediatamente a la muerte de Franco, está empeñada en borrar y dejar en blanco esta hermosa página de la Historia de España. Y no sólo borrada sino falseada y calumniada, porque les resulta como un reproche lacerante e insufrible para su cobarde conciencia. Pues a estos les quedará sólo el desprecio de las próximas generaciones españolas.

Desde la muerte de Franco hasta hoy, nuestra clase política dirigente y sus fábricas de opinión pública, se caracterizan por la psicopatía freudiana; y por la abominación ritual, pública y sistemática de la persona y el tiempo de Franco. Con esa infame labor sostenida durante los últimos veinticinco años, han hundido en la miseria a nuestra gente joven intelectualmente indefensa.

El envilecimiento de gran parte de nuestra población actual, provocado criminalmente desde arriba durante los últimos veinticinco años, nos ha llevado al colmo de ser, con mayor
intensidad cada día, los mayores debeladores de nuestra propia Historia. Pocos pueblos comparten con nosotros esta triste desgracia. Parace que a España, al fin y por primera vez, en su muy larga, gloriosa y fecunda Historia, sus enemigos de siempre la encuentren hoy suficientemente vencida. No creo, no creo. Dios nos ayude.

* * *

Nuestra herencia espiritual española es la más bella, rica y fecunda que el mundo conoce. Nos enseña que ser español, antes que un derecho, constituye un esforzado y alegre deber que debe ejercerse cada día. Franco, como todos nuestros héroes entre los más recientes, nos dio con su vida entera un formidable ejemplo de ello.

La Historia de España remite a Dios como ninguna otra nación de la Tierra. Por eso se da el caso inverosímil de la perpetua e inicua "leyenda negra". No hay nación en el mundo cuya Historia suscite semejante apasionamiento. Por eso resulta España tan polémica como la Verdad misma. Y esta es su incomparable grandeza. Quizá por eso escribió estos versos el poeta bilbaíno:

Tu me levantas tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al Cielo que me tienes prometido.
Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos.

Y este Don Miguel de Unamuno, que en la primera parte de su vida clamaba por la solución de "europeizar a España", clamó con mucha más fuerza en sus años últimos por "españolizar a Europa".

El gran filósofo e hispanista francés Jean Guitton, recientemente fallecido, dijo hace poco tiempo en Madrid, esto: "Lo más íntimo de mi ser lo debo a España. España es mi patria espiritual".

Oecumene gentium: ¡Vibra por Hispania!

* * *

Pero hoy parece como si España no existiera ya sobre la Tierra.
Si España cae, hijos,
si cae a tierra,
dejaréis de crecer.

¿Qué teníamos? Fe en un ideal. Si despertamos hoy ese ideal…Si ponemos nuestra audacia a su servicio… Si sabemos valorar en la práctica - no en cantos líricos - lo mucho de bueno que queda en nuestro pueblo… ¿Por qué no hemos de representar otra vez la función de bandera que presenta al mundo la solución cristiana?.

Es la hora de volver a decir: "¡Santiago y cierra España!", esto es, de lanzarse contra los problemas apoyados en nuestra fe. Es la hora de repetir confiados en la gracia: ¡Póssumus!: De lo contrario, los nuevos bárbaros de Europa, o los nuevos almohades y benimerines pudieran colonizar a España.

¿Habrá algo que hacer para remontar, aunque sea a largo plazo, la triste situación actual de España?. Veamos someramente los elementos felizmente existentes que son apoyo razonable de esperanza.

Hay unas nuevas promociones de españoles jóvenes de las diversas profesiones y con alto espíritu, buena formación, ideales nobles y alto sentido de la responsabilidad. De esto cabe razonablemente esperar mucho.

También es cierto que como cristianos que somos, y según aquel refrán verdadero de que a Dios rogando y con el mazo dando, podemos esperar algún milagro, independientemente de que lo merezcamos o no. Podemos estar ciertos de que la esencia histórica de España no desaparecerá jamás por estar inscrita en los cielos, al ser de la máxima belleza que ha existido en la tierra, de la más subida y noble naturaleza espiritual.

Si en este librito hemos recordado algo de las maravillas esenciales de nuestra incomparable Historia española, es porque deben recordarse en cuanto que son realidades vivificantes, indispensables sin duda para comprender el pasado, pero que condicionan además el presente y el futuro. La memoria reverdecida de estos hechos, lejos de suscitar ilusiones imposibles de un retorno al ayer, puede ser capaz, todavía, de sacudir inhibiciones, ahuyentar pesadillas y galvanizar los espíritus para nuevas y apasionantes empresas. Pueden y deben suscitar siempre una contínua vivificación de la fidelidad a lo esencial y genuinamente español: a un sentido heroico, noble, alegre y generoso de la vida, que es la única forma verdadera y eficaz de edificar siempre España por caminos de cordura con la fuerza del Amor.

Porque la Historia de España es un desarrollo unitario en torno al eje de la dignidad espiritual del ser humano; y su aportación a la cultura universal es de tal calibre, que si España no hubiera existido el mundo sería diferente y peor. Por eso ser español antes que un derecho constituye un deber, en el que hemos de ejercitarnos cada día, como nos lo enseñan con su vida entera todos nuestros héroes hispanos de todo tiempo. Y con la alegría que corresponde a semejante empeño.
Laus Deo

Documentación utilizada

•María Luisa Rodríguez Aisa
El Cardenal Gomá y la guerra de España, 1981.
•Luis Suárez Fernández
Francisco Franco y su tiempo, 1984.
Legado de Franco. Tomo II, 2000.
•Ricardo de la Cierva
Francisco Franco, 1985.
Franco: La Historia, 2000.
•Burnet Bolloten
El gran engaño, 1961.
•Brian Crozier
Franco, 1980
El gran estadista, 2000.
•George Hills
Franco, 1956.
•George Roux
La guerra de España, 1964.
•Antonio Millán-Puelles
Mi gratitud a Franco, 2000.
•Federico Suárez Verdaguer
El carácter de la guerra de España, 1986.
•Azorín
Franco, 1986
•Vicente Rodríguez Casado
Conversaciones de Historia de España. Tomo III, 1965.
•Gonzalo Fernández de la Mora
Historia General de España y América: la época de Franco.
Rialp. Tomo XIX-1; págs. 445 a 476, 1992.
•José Zafra Valverde
Régimen Político español
Universidad de Navarra, 1973.
•José Guerra Campos
La Iglesia y Francisco Franco
Legado de Franco. Tomo I, 1992.
•Manuel Garrido Bonaño O.S.B.
Francisco Franco cristiano ejemplar, 1995.
•Armando Merchante Gil
Franco en la Historia, 2000.
•Stanley G. Payne
El Ejército y la Segunda República, 1942.
•Jesús Salas Larrazábal
La intervención extranjera en la guerra de España, 1974.
•José Zafra Valverde
Valor inmarcesible de los Principios
Legado de Franco. Tomo II, 2000.

Hay mucha más documentación solvente española y extranjera.

Inicio