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7. Nación, Patria, Estado.
La palabra Patria viene de padre y alude a una herencia que se recibe, a un conjunto de valores que se transmiten de una generación a otra y que constituye una especie de capital que los naturales de la Nación comparten, y que cada generación recibe en herencia. Ese patrimonio se ha llamado sabiamente tradición, según la palabra latina traditio, esto es, lo que se entrega.
Cada generación puede adoptar actitudes diferentes en relación con dicha entrega y de ello se derivan consecuencias muy importantes.
Se puede recibir el patrimonio heredado como quien utiliza un capital para hacerlo fructificar, como enseña la parábola evangélica de los cinco talentos; y entregarlo así, todo lo perfeccionado posible, a la generación siguiente. Esta es la actitud generosa y noble para el bien de nuestros descendientes.
Otra actitud consiste en escoger una conducta diametralmente opuesta: nada debe ser conservado, todo tiene que ser cambiado no importa hacia donde ni en qué sentido, pues el cambio es, en sí mismo, "progreso". Esta actitud y conducta son revolucionarias y muy gravemente patológicas, pues conducen inexorablemente al más trágico fracaso como demuestra cumplidamente la Historia. El progreso nunca es el resultado de la destrucción ni del cambio sistemático, porque se trata de crecer y no de dar saltos en vacío. Crecer en todas las dimensiones del ser y de la esencia histórica de la Nación: tal es el verdadero progreso real, que exige siempre generosidad y sacrificio. Por eso es siempre importante y benéfico que un pueblo no olvide su Historia, para sobre tal fundamento edificar su mejor futuro posible. De lo contrario, si perdiera en exceso la continuidad de su esencia histórica, pronto encontraría su ruina y quizá su desoladora desaparición como Nación.
La
palabra Nación es válida pero insuficiente cuando se trata de
definir la realidad histórica española. La palabra Estado es todavía
mucho más insuficiente, porque se refiere
únicamente al modo de administrar, mientras que la esencia histórica
española es realmente un orden de valores, una manera de ser, una convivencia,
un patrimonio espiritual genialmente escrito y heroicamente vivido por una parte
muy numerosa de la población de la Tierra, que sabiamente se llama Hispanidad.
España y todo el mundo hispánico tiene el gozoso y esforzado deber
de perseverar fiel a su muy larga y noble vocación histórica,
para su propio bien y el de muchas otras gentes por el mundo: es una conciencia
histórica para la esperanza.
Junto
a la gran producción historiográfica española, expositiva
e interpretativa, hay un notable conjunto de historiadores extranjeros que también
intentan dar una imagen o semblanza de España. España tiene el
privilegio de que haya en el mundo una serie de hombres de estudio
profundamente interesados por la historia de España, a los que llamamos
"hispanistas", lo que no sucede con las demás naciones. Entre
los hispanistas hay muchos amantes apasionados de España y de lo español.
Españoles y extranjeros han tratado - y siguen tratando - de profundizar
en el sentido de la historia de España a través de multitud de
teorías y ensayos. Se han escrito más "interpretaciones"
de la historia de España que de ninguna otra nación. Ha sido así
puesto de relieve el enorme interés que la historia de España
encierra, y la utilidad que tiene para los españoles de hoy un correcto
y profundo conocimiento de su pasado, en beneficio de la salud mental de los
más jóvenes.
Por eso se dedica este tan breve trabajo a los españoles más jóvenes, por si tuviera el efecto saludable de incitarles al estudio más profundo y sistemático de nuestra Historia española.
* * *
España, tan singularmente rica en hechos esenciales, puede ser definida como quiere García Morente como "acto espiritual". También es profunda y bella la definición joseantoniana como "unidad de destino en lo universal". Pero en todo caso, lo que caracteriza más profundamente el ser de España, o la esencia de la hispanidad, es "un orden de valores cristiano y noble: una forma específica de caballería", como lo expresa Luis Suárez.
Morente se enfrenta con la esencia de nuestra nacionalidad (Manuel Garcia Morente: Idea de la Hispanidad). Considera insuficientes para la forja histórica de la nacionalida española, los vínculos naturales de sangre, raza territorio e idioma; y viene a definirla como "acto espiritual". No valen las explicaciones de Renan que fundamenta la nacionalidad en la adhesión exclusivamente en el pasado, ni la de Ortega que pone por único fundamento la proyección en el futuro. Ni romanticismo contemplativo ni voluntarismo sin raíz.
Al
hallarse el pasado histórico español reflejado en empresas distintas
y en diferentes épocas, se hace necesario encontrar, en la diversidad
de fines, el que actúe en el fondo de los demás, el que los compendie.
Esa reducción a la unidad es la que justifica y da razón de ser
a la filosofía de la historia de España.
O
tras naciones se han hecho de otros materiales. España esta hecha de
fe cristiana y de sangre ibérica. El catolicismo en Francia es un ambiente
en el cual se puede vivir, es un marco, un cauce, dentro del cual puede discurrir
la vida, pero no es el nervio, no es el eje necesario de la existencia nacional…
En España, en cambio, la religión católica constituye la
razón de ser de una nacionalidad que se ha ido realizando y manifestando
en el tiempo, a la vez como nación y como católica, no por superposición,
sino por identidad radical de ambas condiciones. Síntesis que, a la fuerza
de sus razones, une la evidencia de ser única.
Morente esboza la filosofia del "estilo" con mano maestra. El estilo hispánico, ese estilo propio de la hispanidad, lo ve simbolizado en la figura del caballero cristiano protagonista de nuestra historia. De modo tal que lo que se descubre en el sentido profundo de ésta, es la identificación de la Patria con la religión: - "La unidad católica de España no es, empero, un "hecho" en la historia de España, sino la definición misma, la idea de la Hispanidad, la esencia de la historia española" -. El catolicismo es consustancial con la idea misma de la Hispanidad: - "Ya se que hay algunos que pretenden negarlo. Pero será por efímero capricho intelectual o porque intenten y deseen personalmente la descristianización de España a sabiendas de que lo que de esta descritianización resultase ya no sería propiamente España, sino otra cosa, otro ser, otra nación; o más probablemente aún, nada"
Morente descubrió el alcance religioso de esta trágica y grandiosa ejecutoria histórica que se llama España, y también la intención profundamente anticristiana y antiespañola de la actitud europeizadora liberal.
El estilo español implica un tradicionalismo fundamental que no significa ni estancamiento ni reacción, que no representa ninguna hostilidad al progreso real, sino que todo el progreso nacional haya de llevar en cada uno de sus momentos y elementos el cuño y estilo que definen la esencia de la nacionalidad.
España es una prodigiosa armonía metafísica que está constituída en Dios. Esto es un hecho que tiene 1.500 años de Historia. La presencia eficaz de Dios en nuestra Historia, significa solamente que en ella no hay una sola página que no esté escrita en su santo Nombre. La Historia de España está hecha por hombres al servicio de Dios. Y ese es nuestro legítimo orgullo.
Nuestro patriotismo español nunca fue de sensualidad como el que une al aldeano a su valle, sino doctrinal y espiritual o metafísico. Por eso estuvo siempre limpio de las aberraciones racistas tan propias de los bárbaros del centro y norte de Europa y en particular de los anglosajones.
España compensó en gran parte el desgarrón protestante y positivista de Europa alumbrando para la civilización cristiana más de veinte naciones en América.
Veamos como ve la Fiesta de la Raza el gran historiador argentino Ricardo Levene: -"La gloria de España en la Fiesta de la Raza tiene significado múltiple. Para unos, es el descubrimiento del Nuevo Mundo, porque si Colón no es español por su nacimiento, la inspiración científica y religiosa es de España, y sobre todo, el Descubrimiento comienza aquél 12 de Octubre y continúa durante tres siglos con la exploración del contorno y la penetración en los territorios, merced a la acción de España.
Para otros, la gloria es la dominación, es decir, la conquista dramática, desde México a Buenos Aires, en la que se evidenciaron las enérgicas cualidades del español del siglo XVI, su inteligencia, temeridad y valor.
Con las nuevas investigaciones históricas reveladoras de que España ha acarreado una civilización al Nuevo Mundo, para muchos la Fiesta de la Raza entraña otro significado, se refiere primordialmente al Gobierno y Legislación, a las instituciones políticas creadas en América al igual de las de Castilla y León y a ese monumento que son las Leyes de Indias, que presentan a España como la depositaria de la gloria jurídica de Roma, superada por su propio genio con un concepto cristiano sobre la legislación social y económica.
El Descubrimiento, la dominación y el gobierno de las Indias, todo eso significa en síntesis ese día de homenaje a España. Con ser enorme, no es todo sin embargo. Hay una historia eterna que continúa con la rotación de las generaciones. De España y su dominación en América una obra vale más que el descubrimiento, la guerra de extensión y el derecho indiano, y esa obra se concreta en esta tesis: España fundó en América sociedades que llevaban en su seno el germen inevitable de la futura emancipación. España ha creado naciones para la independencia y la libertad." - ("Las Indias no eran colonias ") -.
Hemos
mencionado algo de la decadencia española del siglo XVIII. Pues a pesar
de las advenedizas, exóticas y fantasmales Cortes de Cádiz, absolutamente
contrarias al sentir del pueblo español, España estuvo defendida
hasta 1.832 de la nueva concepción europea y positivista de la vida.
Sin embargo, y ello era inevitable, de alguna forma se infiltraron las ideologías
falsas y ramplonas que habían sido el basamento conceptual sobre el que
Europa construyó su nueva y engañosa grandeza. No es un español
- es un francés, Bertrand - quién escribió el siguiente
significativo texto: "Bajo la influencia extranjera, y en particular francesa,
perdió el alma española su unidad moral y aún su unidad
intelectual, que en el reino del arte y en el del pensamiento habían
creado obras sin par. Ideas exóticas la combaten, ideas que serán
fermento de las próximas revoluciones que conmoverán durante todo
el Siglo XIX y los tiempos actuales a la Península Ibérica".
Entonces surgió la idea de que toda la Historia de España era la Historia de una equivocación: la de haber aceptado como misión histórica el servicio de Dios. Y se creó una nueva Historia en la que la interpretación de los hechos se alejaba de aquella verdad ontológica, para encontrar interpretaciones que justificasen a España sin Dios.
Se intentó llegar a la conclusión de que pudo haberse hecho una España que no tuviera parentesco con Santiago, ni con el Pilar, ni con los Concilios de Toledo, ni con la defensa a ultranza de nuestros tercios de los cánones de Trento en Nördlingen y en las siete Provincias. Por supuesto, en un plano puramente especulativo, en un mundo de imaginación y fantasía, cabría concebir una España sin Dios. Cabría también imaginar, como en Luisa Fernanda, al tonto del lugar que se creyó golondrina.
Pero así como el pueblo español demostró su gran reserva espiritual y heroica al derrotar a lo más florido de los ejércitos de la Francia revolucionaria al comienzo del pasado siglo - España tenía entonces once millones de habitantes y dejó en la guerra de la Independencia un millón de muertos -, de análoga manera, como ya hemos visto, demostró su no menor reserva espiritual y heroica en la epopeya de 1.936 a 1.939 y en los casi cuarenta años de nueva grandeza que la siguió.
Y es que la España utópica que nunca existió, aquella que para justificar su indemostrable existencia tuvo que falsificar la Historia, la España que pudiéramos llamar bastarda, jamás consiguió imponerse a la España auténtica, porque a pesar de sus momentáneos triunfos jamás la encontró suficientemente vencida.
Y tal es la única España, la única que el mundo conoce, para admirarla o para combatirla. Su gloriosa identidad nacional española es el servicio a la Fe católica, es decir, a la verdadera civilización, como nos lo ha recordado recientemente su Santidad el Papa Juan Pablo II. Y su hermoso nombre es España siempre.