CARTA AL CARDENAL FORNARI

Eminentísimo señor:
Antes de someter a la alta penetración de vuestra eminentísima las breves indicaciones que se sirvió pedirme por su carta de mayo último, me parece conveniente señalar aquí los límites que yo mismo me he impuesto en la redacción de estas indicaciones.
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En la verdad no está sino el que se abraza con ella.
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Lo estupendo y monstruoso de todos estos errores sociales proviene de los estupendo de los errores religiosos en que tienen su explicación y su origen. Los socialistas no se contentan con relegar a Dios en el cielo, sino que, pasando más allá, hacen profesión pública de ateísmo y le niegan en todas partes. Supuesta la negación de Dios, fuente y origen de toda autoridad, la lógica exige la negación de la autoridad misma con una negación absoluta; la negación de la paternidad universal lleva consigo la negación de la paternidad doméstica; la negación de la autoridad religiosa lleva consigo la negación de la autoridad política. Cuando el hombre se queda sin Dios, luego al punto el súbdito se queda sin rey y el hijo se queda sin padre.
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Cuando se consideran atentamente esas abominables doctrinas, es imposible no echar de ve en ellas el signo misterioso, pero visible, que los errores han de llevar en los tiempos apocalípticos. Si un pavor religioso no me impidiera poner los ojos en esos tiempos formidables, no me sería difícil apoyar en poderosas razones de analogía la opinión de que el gran imperio anticristiano será un colosal imperio demagógico, recogido por un plebeyo de satánica grandeza, que será el hombre del pecado.
EL MARQUÉS DE VALDEGAMAS.

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