CARTA AL CONDE DE MONTALEMBERT
Berlín, 4 de junio de 1.949 (6)

Señor conde: Acabo de recibir hoy mismo la muy apreciable de usted del 1º de junio en contestación a la que tuve la honra de escribir en 26 de mayo. La conformidad de nuestras ideas de las cosas que más podían losonjearme, y que más lisonjean. La amistad y la simpatía de usted son cosas de inestimable valor, y yo sé apreciarlas en todo lo que valen.
Nuestra conformidad va más allá y es más absoluta de lo que a usted le parece. La civilización católica puede ser considerada de dos maneras diferentes: o en sí mima, como un cierto conjunto de principios religiosos y sociales, o en su realidad histórica, en la cual esos principios se combinas con la libertad humana. Considerada desde el primer punto de vista, la civilización católica es perfecta; considerada desde el segundo punto de vista, la civilización católica, en su desarrollo en el, tiempo y su extensión en el espacio, se ha sujetado a las imperfecciones y a las vicisitudes de todo lo que se extiende en el espacio y se prolonga en el tiempo. En mi carta no consideré yo esa civilización sino desde el primer punto de vista. Considerándola ahora desde su punto de vista segundo, es decir, en su realidad histórica, diré, que habiendo nacido sus imperfecciones únicamente de su combinación con la libertad humana, el verdadero progreso hubiera consistido en sujetar el elemento humano, que la corrompe, al divino, que la depura. La sociedad ha seguido un rumbo diferente: dando por fenecido el imperio de la fe y proclamando la independencia de la razón y de la voluntad del hombre, ha convertido el mal, que era relativo, excepcional y contingente, en absoluto, universal y necesario. Este período de rápido retroceso comenzó en Europa con la restauración del paganismo literario (7), la cual produjo, unas después de otras, las restauraciones del paganismo filosófico, del paganismo religioso y del paganismo político. Hoy el mundo está en vísperas de la última de estas restauraciones: la restauración del paganismo socialista (8).
La Historia está ya en un estado de formular su juicio acerca de esas dos grandes civilizaciones, de las cuales la una consiste en conformar la razón y la voluntad del hombre al elemento divino, y la otra, en dejar a un lado el elemento divino y en proclamar la independencia y la soberanía del elemento humano. El siglo de oro de la civilización católica, es decir, el siglo en que la razón y la voluntad del hombre se conformaron en una conformidad menos imperfecta al elemento divino, o, lo que es lo mismo, al elemento católico, fue, sin duda ninguna, el siglo XIV; así como el siglo de hierro de la civilización filosófica, es decir, el siglo en que la razón y la voluntad del hombre han llegado a su apogeo de la independencia y de su soberanía es, sin duda, el siglo XIX (9).
Por lo demás, ese gran retroceso estaba en la ley, sabia a un mismo tiempo y misteriosa, con que Dios dirige y gobierna el género humano. Si la civilización católica hubiera seguido en un progreso continuo, a tierra hubiera llegado a ser el paraíso del hombre, y Dios ha querido que la tierra sea un valle de lágrimas. Dios hubiera sido socialista, ¿qué hubiera sido Proudhon? Cada uno está bien donde está: Dios en el cielo y Proudhon en la tierra; Proudhon buscando siempre, sin encontrarle jamás, un paraíso en un valle de lágrimas, y Dios poniendo ese gran valle entre dos grandes paraísos, para que el hombre estuviera entre una gran esperanzay y un gran recuerdo.
Viniendo ahora al deseo que usted me manifiesta, en nombre de los redactores de L’univers, de que se publique mi carta, debo decir a usted que en otros tiempos hubiera tenido en ello un gran inconveniente, pero que hoy día no tengo inconveniente ninguno. (10). Yo he tenido el fanatismo literario, el fanatismo de la expresión, el fanatismo de la belleza en las formas, y las formas de una carta particular no son ni literarias ni bellas; pero ese fanatismo pasó; hoy día más bien desprecio que admiro ese talento, que es un enfermedad nerviosa más bien que un talento del alma.
Cuando tenga el gusto de ver a usted, hablaremos más largamente de todos esos asuntos; para una carta bastan estas ligeras indicaciones.
Entre tanto, queda de usted su atento seguro servidor, q.b.s.m.
EL MARQUÉS DE VALDEGAMAS

(6) A la carta anterior contestó Montelembert
con otra le ponía algún reparo sobre el concepto de civilización católica y le interrogaba sobre la época histórica en que esta civilización se había desarrollado.
(7) Se refiere al Renacimiento
(8) Donoso supone que a partir del siglo XVI se produce una regresión en el proceso de la revolución humana.
(9) Donoso considera el siglo XIV como el siglo de oro de la civilización cristiana
(10) Montalembert colaboraba entonces en L`Univers , periódico abanderado del catolicismo francés y dirigido por Luis Veuillot.

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