Señor conde: 
  Acabo de recibir hoy mismo la muy apreciable de usted del 1º de junio en 
  contestación a la que tuve la honra de escribir en 26 de mayo. La conformidad 
  de nuestras ideas de las cosas que más podían losonjearme, y que 
  más lisonjean. La amistad y la simpatía de usted son cosas de 
  inestimable valor, y yo sé apreciarlas en todo lo que valen.
  Nuestra conformidad va más allá y es más absoluta de lo 
  que a usted le parece. La civilización católica puede ser considerada 
  de dos maneras diferentes: o en sí mima, como un cierto conjunto de principios 
  religiosos y sociales, o en su realidad histórica, en la cual esos principios 
  se combinas con la libertad humana. Considerada desde el primer punto de vista, 
  la civilización católica es perfecta; considerada desde el segundo 
  punto de vista, la civilización católica, en su desarrollo en 
  el, tiempo y su extensión en el espacio, se ha sujetado a las imperfecciones 
  y a las vicisitudes de todo lo que se extiende en el espacio y se prolonga en 
  el tiempo. En mi carta no consideré yo esa civilización sino desde 
  el primer punto de vista. Considerándola ahora desde su punto de vista 
  segundo, es decir, en su realidad histórica, diré, que habiendo 
  nacido sus imperfecciones únicamente de su combinación con la 
  libertad humana, el verdadero progreso hubiera consistido en sujetar el elemento 
  humano, que la corrompe, al divino, que la depura. La sociedad ha seguido un 
  rumbo diferente: dando por fenecido el imperio de la fe y proclamando la independencia 
  de la razón y de la voluntad del hombre, ha convertido el mal, que era 
  relativo, excepcional y contingente, en absoluto, universal y necesario. Este 
  período de rápido retroceso comenzó en Europa con la restauración 
  del paganismo literario (7), la cual produjo, unas después de otras, 
  las restauraciones del paganismo filosófico, del paganismo religioso 
  y del paganismo político. Hoy el mundo está en vísperas 
  de la última de estas restauraciones: la restauración del paganismo 
  socialista (8).
  La Historia está ya en un estado de formular su juicio acerca de esas 
  dos grandes civilizaciones, de las cuales la una consiste en conformar la razón 
  y la voluntad del hombre al elemento divino, y la otra, en dejar a un lado el 
  elemento divino y en proclamar la independencia y la soberanía del elemento 
  humano. El siglo de oro de la civilización católica, es decir, 
  el siglo en que la razón y la voluntad del hombre se conformaron en una 
  conformidad menos imperfecta al elemento divino, o, lo que es lo mismo, al elemento 
  católico, fue, sin duda ninguna, el siglo XIV; así como el siglo 
  de hierro de la civilización filosófica, es decir, el siglo en 
  que la razón y la voluntad del hombre han llegado a su apogeo de la independencia 
  y de su soberanía es, sin duda, el siglo XIX (9).
  Por lo demás, ese gran retroceso estaba en la ley, sabia a un mismo tiempo 
  y misteriosa, con que Dios dirige y gobierna el género humano. Si la 
  civilización católica hubiera seguido en un progreso continuo, 
  a tierra hubiera llegado a ser el paraíso del hombre, y Dios ha querido 
  que la tierra sea un valle de lágrimas. Dios hubiera sido socialista, 
  ¿qué hubiera sido Proudhon? Cada uno está bien donde está: 
  Dios en el cielo y Proudhon en la tierra; Proudhon buscando siempre, sin encontrarle 
  jamás, un paraíso en un valle de lágrimas, y Dios poniendo 
  ese gran valle entre dos grandes paraísos, para que el hombre estuviera 
  entre una gran esperanzay y un gran recuerdo.
  Viniendo ahora al deseo que usted me manifiesta, en nombre de los redactores 
  de L’univers, de que se publique mi carta, debo decir a usted que en otros 
  tiempos hubiera tenido en ello un gran inconveniente, pero que hoy día 
  no tengo inconveniente ninguno. (10). Yo he tenido el fanatismo literario, el 
  fanatismo de la expresión, el fanatismo de la belleza en las formas, 
  y las formas de una carta particular no son ni literarias ni bellas; pero ese 
  fanatismo pasó; hoy día más bien desprecio que admiro ese 
  talento, que es un enfermedad nerviosa más bien que un talento del alma.
  Cuando tenga el gusto de ver a usted, hablaremos más largamente de todos 
  esos asuntos; para una carta bastan estas ligeras indicaciones.
  Entre tanto, queda de usted su atento seguro servidor, q.b.s.m.
  EL MARQUÉS DE VALDEGAMAS
(6) A la carta 
  anterior contestó Montelembert
  con otra le ponía algún reparo sobre el concepto de civilización 
  católica y le interrogaba sobre la época histórica en que 
  esta civilización se había desarrollado.
  (7) Se refiere al Renacimiento
  (8) Donoso supone que a partir del siglo XVI se produce una regresión 
  en el proceso de la revolución humana.
  (9) Donoso considera el siglo XIV como el siglo de oro de la civilización 
  cristiana
  (10) Montalembert colaboraba entonces en L`Univers , periódico abanderado 
  del catolicismo francés y dirigido por Luis Veuillot.